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https://www.tendencia.com/2018/paty-cantu-terremoto-mexico-desde-piso-48/
“Hay un momento de nuestras vidas en el que nos sentimos capaces de sentir empatía, de conocer el miedo, la frustración, quizás como conceptos; pero siempre llega algo que le da un vuelco a lo conocido y vives todo en carne propia. Entre las anécdotas del inicio de mi historia, de cómo me abrí paso en esta industria, venciendo las burlas de quiénes no creían en mí, la discriminación de género, rompiendo prejuicios, luchando por mi lugar como mujer en este ámbito, podría decir que el año 2017 fue uno de los más bonitos y difíciles en mi vida, y la vida de muchas personas. Y sí, hay muchas historias difíciles, unas que me han hecho luchar y por lo tanto, convertirme en una persona más fuerte. Sin embargo, el terremoto que azotó a México fue una de esas experiencias que marcan para siempre, porque más allá de las redes y de saber lo que pasa, ves –en persona– a todas las personas que perdieron sus casas, la vida, todo… Una se da cuenta de todas las historias posibles y los escenarios tristes, para mí fue impactante vivirlo así de cerca.
Sales a la calle y te encuentras con héroes anónimos, personas normales que hicieron grandes cosas. No buscaban reconocimiento, solo ayudar, eso me inspiró. Aunque he visto y he colaborado en muchas cosas, creyendo que conozco la solidaridad, llega este tipo de situaciones que te hacen entender lo que es el verdadero miedo, la incertidumbre, bajo esas alarmas que no pararon de sonar durante dos o tres semanas. Al mismo tiempo entendí qué era la verdadera solidaridad, la gente pasaba de estar temerosos a volverse héroes, toda una dicotomía. Vivir estas situaciones te hacen estar consciente de tu fragilidad y la belleza del corazón humano, porque en estos momentos puedes conocer lo mejor de los demás. Además de la tragedia inminente, estaban las personas a las que no les importaba si eras hombre, mujer, niño, viejo o la clase social para rescatar a los demás, sintiendo la verdadera empatía; podía ser yo, mi hijo, mi padre… Es algo que debe ser presenciado para entenderse. Hoy, todo lo que vivo, pienso, hago y siento, es distinto. Hoy, quiero –por lo menos– ser una mejor persona, ser feliz, haciendo música por amor, soltándolas al mundo y dejando que la gente haga con ellas lo que necesite. Luego de ese terremoto, que lo viví desde un piso 48, dejé de ser una persona tan competitiva, dejé de preocuparme por cosas que son triviales comparadas con la magia de despertar cada día nuevo –porque la vida es una, debemos vivirla plenamente– y me dediqué a enfocarme en ofrecer mensajes bonitos y positivos, a través de mis cotidianidades y en esa música que les presento”.