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Para Nina García, haber crecido en una ciudad puerto, como lo es su natal Barranquilla, le permitió bañarse de diferentes culturas gracias a la llegada de inmigrantes a la zona, experiencia que complementaba con los constantes viajes debido al negocio de exportación de su padre.
Con tan solo 16 años, ya había emprendido su primer despegue: terminar la educación primaria en el Dana Hall School en Massachusetts, Estados Unidos. En esa etapa, tuvo también un preámbulo a lo que hoy le ocupa, la moda: “La verdad que pisé el instituto y sentí que era muy diferente al resto de mis compañeras por la forma de vestirme”.
Como adolescente, llena de ilusiones y muchas fases por vivir aún, Nina fue integrándose con seguridad a una sociedad con una cultura poderosa pero con la añoranza de una familia en Colombia, quienes apostaban desde la distancia por un mejor futuro para ella, alejada de la situación de guerrilla. “No había celulares, ni Facebook, ni Instagram. Estar en contacto con mi familia no era tan fácil como lo es ahora”. En ese entonces, temía “perder la conexión con sus raíces”, lo que inspiró el reto de ir hacia delante “sin renunciar a ningún aspecto de su cultura colombiana”.
Con esa sencilla pero profunda premisa, fue sumergiéndose en su pasión por la moda con estudios en París y Nueva York, para más tarde unirse a las filas de sus mayores escuelas: la marca Perry Ellis, de la mano del diseñador Marc Jacobs, y la revista Elle y Marie Claire.
Como jurado del reality de televisión Project Runway, Nina ha demostrado abiertamente su visión sobre la creación de colecciones y su profesionalismo al poder criticar objetivamente una prenda de vestir durante el proceso creativo, algo que le permite aportar en grande a quiénes apuestan crecer en este mundo.
Paso a paso comprendió que, en “la tierra prometida”, ella era responsable de su vida, que debía demostrarse a sí misma que sus orígenes, apellido o su pasado, no debían ser impedimentos para lograr su anhelado progreso personal y laboral; metas que alcanzó con enfoque, determinación, indudable buen gusto y estética que guían intachablemente su carrera.
“Emigrar a otro país hace que te veas a ti misma con una cierta distancia. Permite la reinvención absoluta, un empezar de cero que muy pocas veces sucede”, reflexiona Nina, que desde septiembre de 2017, aplica su visión matizada para dirigir la revista Elle, con la intención de ampliar el ADN de la marca, globalizando más la moda a través de las plataformas que hoy tiene en sus manos.