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Búsqueda y mirada: Michael Labarca

Búsqueda y mirada: Michael Labarca

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Búsqueda y mirada: Michael Labarca

Revista

Una ruta de exploración y descubrimiento en las calles de la capital argentina, en búsqueda del choripan perfecto y una amena indagación sobre el estado actual del cine venezolano junto a Michael Labarca, ganador del tercer lugar de la categoría Cinéfondation del Festival de Cannes en 2016. En el marco de las actividades del Talents Buenos Aires, evento por el cual coincidimos en la ciudad argentina, decidimos entregarnos al alma austera del buen Bresson.

9 septiembre, 2016
*SOTO* , Alberto

SOTO , Alberto

El “v*rga, creo que es por aquí” nos llevó a darle mil vueltas a San Telmo. Pasamos por unos “chinos”, en donde compramos una botella de cerveza de esas que duran varios vasos y le tomamos fotos (yo) a los jabones, las cremas dentales y el champú que aquí en Maracaibo, Venezuela, no se consiguen. Así como tampoco se consiguen la lluvia y el frío que empezó a hacer. A mí nadie me advirtió que el clima se iba a tornar tan odioso, pero uno no puede evitar transitar las calles de Buenos Aires por esas tonterías. Da gusto, sobre todo ir a visitar las pequeñas librerías de la ciudad y leer a Piglia sin que nadie moleste.

Al pasar varias veces por la “esquina de Mafalda”, nos sentamos a tomarnos la cerveza y Robert Bresson se apodera de la conversación. En mi poco conocimiento del director francés, Michael me comenta sobre sus películas y sobre la forma de trabajar del gran cineasta, pero sobre todo lo demás, conversamos sobre su proyecto de tesis, inspirado en la obra de este realizador. El cortometraje que realizó es un guiño al nombre de uno de los filmes de Bresson, llamado El diablo, probablemente.

Quizás en la búsqueda de recorrer los mismos senderos de quien es su maestro, Michael logró ser seleccionado en la Cinéfondation de la edición número 69 del Festival de Cannes con La culpa, probablemente, cortometraje que acompañó a su trabajo de tesis de la escuela de Medios Audiovisuales de la Universidad de Los Andes y que, semanas después de esta conversación, ganaría el tercer lugar en dicha sección, primer trabajo realizado en una escuela venezolana en lograrlo. La culpa es una historia que encierra a tres personajes dentro de una casa, viviendo un corte de energía eléctrica como contexto y un pasado de heridas sin sanar como conflicto.

Con una vergüenza indignante, le comento: “Te confieso que no he visto ni una peli de Bresson”. Sentados en la acera, abrimos la botella de cerveza y tan pronto como se termina y el frío empieza a imponerse, nos levantamos a seguir buscando el puestico de choripanes, con el cual dimos después de algunas vueltas y desvíos.

Mucho más pequeño de lo que se veía la primera vez, decidimos sentarnos. El señor que prepara la carne, la señora de la caja y el caballero que limpia hacen caso omiso. El partido de Boca (¿o era River?) que transmiten en la televisión se roba las miradas, hasta del anciano que llega y pide un choripan sin mirar al dueño del lugarcito, inmerso en la pelota que se pasea por el césped.

Nos sentamos en las sillas altas de madera y procedemos a pedir dos choripanes. Todas las vueltas y el ajetreo se remiten a que tengo que realizar un texto para su publicación en el marco del Talents y el Buenos Aires Festival Independiente de Cine. Pero ni una ni la otra. Así funciono yo a veces. Después de iniciar mi propia búsqueda, decido que esta experiencia comenzará una serie de escritos sobre (y con) cineastas y realizadores jóvenes, titulada “Búsqueda y mirada”.

¿Qué pasaba antes y qué pasa ahora con el cine de nuestro país?
Creo que tiene mucho que ver con el acceso. La democratización del acceso a no solo poder ver películas, sino a ser cinéfilos. Esto te proporciona unas herramientas. Además, la democratización de las escuelas que ahora ofrecen la facilidad de estudiar cine, y que ahora son públicas. Esto, hace años, no sucedía, eran personas que tenían un poder adquisitivo importante. En su mayoría gente que vivía en la capital. Que, sin juzgar mucho, tenían una mirada muy superficial sobre lo social, y sus retratos no necesariamente le hacían justicia a lo que somos.

En cuanto a temas e ideas, ¿qué contaban antes estos autores y qué están contando los cineastas de ahora? O, quizás, ¿cuál es la aproximación, hay algo formalmente diferente?
Sí, yo creo que tiene que ver más con la aproximación. Con la mirada. Porque si bien los temas mutan, lo que nos mueve como sociedad, es lo mismo. Tenemos décadas manejando las mismas temáticas. Pero ahora los que hacen cine realmente están cerca de la problemática. Son parte del meollo. No son miradas aisladas a esas cosas exóticas.

A nivel formal, ¿cuál es la diferencia?
En vista de que no podemos huir a lo que nos conmueve, podría ser una constante temática, pero si evoluciona en la forma en cómo lo vemos. Aunque no quiero hacer juicios de valor, creo que hay una mirada más cercana, una mirada más profunda.

“Bresson decía, que hasta las comadres chismosas tienen los mismos cuentos siempre, pero solo los artistas son los que descubren un estilo”. En este inciso, nuevamente, descansamos para hablar de Bresson, siempre frecuente. Los choripanes llegan calientes a la mesa y la voz argentina canta un gol. “Hay mucha gente que quiere complacer miradas de afuera. A mí en lo personal me gusta más el director que quiere complacerse a sí mismo. Si uno va por la vida tratando de complacer a otro, no eres tú mismo”.

No sé si estáis al tanto de lo que se ha estado estrenando en Venezuela, pero hay muchas pelis que muestran un nivel muy bueno técnicamente, pero buscan una estética muy Hollywood. ¿Se ven mermadas estas miradas nuevas por propuestas así?
A mí entristece mucho cuando alguien, hablando de una película venezolana, dice “qué buena esa película, no parece venezolana”. Le atribuye una cualidad del cine hollywoodense. Y nuestro imaginario sigue construyéndose desde ese ideal que no nos pertenece y que nos hace daño.

Yo procedo a echarle chimichurri al choripan, pero con una torpeza y delicadeza que quita las miradas del partido. “No pero así no, así no te va a gustar”. Pego el primer mordisco y me siento en el cielo carnívoro.

¿Pensáis vos que el cineasta debe ir por sus propios medios e intentar contar las historias sin depender de un ente oficial que le financie?
Yo creo que uno puede intentar con estos entes, a ver si ellos quieren hacer tu película. Si no, no debes detenerte. Las prioridades a veces no son las mismas entre ellos y el realizador, pero eso no debería detenerte. Uno debe apostar por la intuición, lo que a la larga logrará que consigamos una identidad. Tenemos que empezar a hacer un cine con identidad, que la gente diga, en cualquier lado, “esto es cine venezolano”.

Después de comer y conversar sobre el proceso de realización de La culpa, probablemente, películas del cine venezolano que nos han cambiado como espectadores, sobre la selección del Cannes o los talleres del Talents Buenos Aires, regresamos con un caminar lento por las frías y semi-iluminadas calles de la Buenos Aires nocturna.

Los siguientes días nos volvimos a reunir, en Belgrano, para visionar Oleg y las raras artes de Andrés Duque, en la Universidad del Cine y en mi última noche en la ciudad, en el lobby del hotel, para hablar de su nuevo proyecto y para entregarme una bolsita con medicinas para la tensión destinadas al señor Labarca, quien como mi padre, tampoco las consigue en ninguna farmacia.

Semanas después Michael se fue a Francia, donde la directora japonesa Naomi Kawase le elogió por resultar ganador en esta competencia que premia a noveles cineastas en el mundo, un reconocimiento que irá para la historia del cine venezolano.

Definitivamente, una mirada que hay que seguir.