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Diego Arria, el derecho a ser irreverente

Diego Arria, el derecho a ser irreverente

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Diego Arria, el derecho a ser irreverente

Perfiles

1 marzo, 2012

BARROS, Juan de los Mares

Una vida dedicada al servicio público en Venezuela y el mundo: así puede resumirse la larga trayectoria que inició Diego Arria en el Banco Interamericano de Desarrollo en Washington D.C., luego de graduarse de economista en la universidad de Michigan. Lo que siguió fue un recorrido por la economía, la política, la agricultura y la diplomacia pero luego de formar una familia con su esposa y sus tres hijas, es la vida del campo, su tranquilidad y la calidad humana de los campesinos, el escenario que más lo ha cautivado. A los treinta y cinco años se convirtió en el gobernador más joven de Caracas, cuando ésta aún comprendía el estado Vargas. En esa labor observó una oportunidad de enseñarle a los caraqueños que las ciudades pueden ser distintas. Se define como un hombre claro y transparente, pasando en ocasiones por irreverente, pues desde muy joven sintió la obligación de decir lo que piensa, carácter que ha extendido a sus cargos públicos y diplomáticos, desde ser presidente de Corpoturismo y embajador de Venezuela hasta asesor presidencial durante el primer mandato de Carlos Andrés Pérez: “toda mi vida he hablado con libertad y duermo tranquilo sabiendo que no hay nada que haya callado por temor o conveniencia”. Presidió el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y fue secretario general adjunto al lado de Kofi Annan, liderando procesos de paz durante importantes conflictos: “ese ha sido mi mayor viaje de conocimiento y sensibilidad. Me enseñó que estamos atados a lo que sucede en el mundo y comprender esa relación es la única manera de saber adónde ir”. Aunque considera su cuarto lugar en las elecciones presidenciales de 1978 como “una paliza” de la cual “algo tuvo que aprender”, está convencido de que los golpes más duros que ha recibido han sido la pérdida física de su hija, Carolina, y la del Diario de Caracas, del cual fue fundador. Pero las vueltas de la vida lo han reconciliado con el pasado y ahora admira la valentía de quienes en un momento fueron sus adversarios. Para construir país, apuesta por los estudiantes quienes para él son una audiencia estimulante que “aguanta cualquier cosa”. Se percibe como un ciudadano realista que ama su país y cuyo tránsito por el mundo puede ser útil para construir una Venezuela libre y triunfante. Y es que para Diego la medida del éxito está en “sentirse plenamente satisfecho con logros pasados y tener ánimo para mirar hacia el futuro”. M.O.