7 agosto, 2023
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El viento acaricia el rostro, la tensión de las manos aumenta con el manejo de la vela y el agua fría se cuela entre unos pies que se sienten cómodos en una inquieta tabla de surf. Esa la sensación que Gianluca Carli, Napoleón Rodríguez, Enrique Parra y Ronny Navarrete sienten cada vez que salen con sus tablas de windsurf desde la angosta orilla que tienen en Los Andes Yacht Club hacia los adentros del Lago de Maracaibo. No es un deporte, sino un relax, unos minutos de armonía con la naturaleza y un desencuentro con el cotidiano agite de la ciudad: “Podemos tener días de fuerte trabajo pero basta que navegues media hora para que se te olvide todo.
Tengo veinte años navegando y todavía lo siento como mi primera vez. Todo el que esté en contacto con deportes extremos se siente así”, cuenta Gianluca siempre ansioso por lanzarse al agua cada vez que el sol y el viento le regalan un día perfecto. Y es que en Maracaibo no todos los días se goza de viento permanente y un sol no tan inclemente. Desde diciembre hasta abril estos aventureros del agua aprovechan hasta el último soplo de viento que pueda disfrutarse en el lago: “Somos capaces hasta de dejar botados nuestros trabajos por ir a navegar en un día imprevisto. Menos mal que todos tenemos familias bastantes comprensivas”. Tan comprensivas que los hijos de Gianluca muchas veces los acompañan en sus travesías con la tabla de surf, asumiendo desde ya que serán la generación de relevo en la ciudad.
Este apasionante deporte no es para cualquiera, ni siquiera para aquellos que al menos albergan un poco de valentía: “Es tan complicado que es imprescindible tener un óptimo nivel de destreza. Hay mucha gente que ha querido aprender y no ha podido. Es un poquito frustrante, y eso que a la gente que va comenzando siempre se le trata de poner fácil”. Adicora con su indomable mar y sus vientos de más de cien nudos y Playa El Yaque en la Isla de Margarita son paraísos nacionales para todo apasionado por el windsurf. Aunque ambos son un patio de juego espectacular para estos amantes del agua, su pequeña orilla en el Lago de Maracaibo siempre será su humilde morada, lugar de comunión entre las destrezas del cuerpo y la impredecible naturaleza. A.B.
