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Había una vez un niño que decidió que nunca crecería. Pasaron los años y, aunque se hizo hombre, esposo y hasta padre, encontró la forma de mantener con vida al niño que todos llevamos dentro. ¿Cómo lo logró?, se preguntarán ustedes. La respuesta es sencilla: se convirtió en titiritero.
Trabajar con títeres es el proyecto de vida que ha compartido Leo Velásquez con su esposa Laura desde hace diez años. Este licenciado en Educación partió con ella a Brasil, para estudiar en el Centro de Teatro de Río, dirigido por Augusto Boal y dos años atrás fundaron Balalín Balalán Actividades Recreativas, una compañía creada para llenar de diversión las fiestas infantiles, que además se respalda con el programa 1,2,3, en el futuro seré, transmitido por Urbe TV y el espacio Plática de Niños, que todas las tardes arrebata a los adultos el micrófono de Capital FM, para dárselo a los más pequeñines: “Esto es un proyecto familiar, pues hasta mi hija Camila hace voces de personajes. Laura, además de ser comunicadora, es actriz; no he encontrado a nadie que haga mejores voces que ella”.
Leo descubrió este mundo por pura casualidad: “Mi hermano estudiaba teatro, necesitaban un actor para una obra y me invitaron a participar. Al final, mi hermano dejó el teatro y yo seguí”. Leo se sumergió en el encanto de las tablas, que pronto lo llevó a descubrir su verdadera pasión: unos seres atados a hilos que adquirían vida con la magia que sólo puede crear un auténtico titiritero: “A los catorce años vendí mi bicicleta para inscribirme en un curso de elaboración de títeres. No me arrepiento. Cuando estoy detrás del teatrino y escucho a los niños disfrutando del acto… ¡es lo máximo!”. La espontaneidad de los niños mantiene motivado a este singular personaje: “Un día un niño me preguntó: ‘¿Cuántos años tienes tú?’. ‘¿Cuántos años crees que tengo?’ le dije, y me respondió: ‘Tú debes tener como ocho’… Me sentí muy bien, pues de verdad los niños se identifican conmigo”.
Cada acto de Leo es un despliegue de creatividad. Su último invento es la TV Party, una fiesta que se desarrolla en un mini estudio de televisión. Y pronto vendrán más ideas, pues la imaginación de un niño no conoce fronteras: “Cuando sea grande quiero ser pequeño”. Y así termina la historia del hombre que se negó a crecer, pero que sin querer se hizo muy grande. Como diría su personaje preferido, El Presentador: “Chao… chaote… chaitíco…”. C.W.