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Con la misma pasión con la recitaría poemas dedicados a un amor, Raúl Amundaray habla de sus años en medio del torbellino de la actuación y los medios. Al contar cronológicamente y sin errores el listado de sus participaciones en dramáticos para televisión, radio o teatro, entona los grandes títulos que protagonizó y los personajes con los que compartió escena y de los que alimentó su técnica, la misma que enseña desde hace 14 años en la academia Arte Amundaray.
Declamador y poeta por excelencia, Raúl cree con firmeza haber nacido predestinado exclusivamente para ser actor y tuvo la oportunidad de probarlo incluso antes de incursionar al mundo del entretenimiento. En el colegio El Buen Consejo, gracias a las maestras que vieron su habilidad como actor, recitaba en veladas y actos culturales; durante el bachillerato, se le aunaron participaciones en obras teatrales y con ello, armó la experiencia necesaria para entrar a Radio Rumbos como voz secundaria. Al cabo de unos años, su nombre gozaba de calidad de estrella y con la llegada de la televisión al país, vino la oferta para una producción al estilo teleteatro, con la veterana Amalia Pérez Díaz al frente. Las producciones para Radio Caracas Televisión de El bello indiferente, Historia de tres hermanas, Sacrificio de mujer, La usurpadora, Raquel y Valentina vinieron una tras otra creando un hábito de trabajo diario y un gusto por la constancia, factores a los que curiosamente, también atribuye su figura de galán de la época.
Incursionar al teatro y al cine fueron sencillamente decisiones naturales. De la primera, la atracción al contacto con el público era irresistible y de la gran pantalla, trabajar junto a Amador Bendayán era más que suficiente para aceptar la idea; mas, de tener que escoger una pasión que ha durado toda la vida, la declamación y la narratoria estarían en los primeros lugares. Aunque ya del escenario se ha retirado, es imposible erradicar de su hablar el ritmo y la pronunciación minuciosa.
Después de 50 años de ser una constante en la pantalla, las tablas y la radio, son reducidos los proyectos a gran escala en los que Raúl participa pero esto, más que deberse a que solo atiende el llamado de papeles realmente atrayentes, responde a la necesidad de un descanso, no para sí mismo, sino para el público. Aunque incluso alejado de los escenarios, este gran actor desconoce dónde está el éxito pero de ver su carrera, probablemente se consiga en la entrega: la misma con la que interpretaría al Conde de Montecristo, su papel soñado, y con la que salió a la calle vestido de mendigo para la grabación de Dios se lo pague porque más que un oficio, lo que hace es un arte. K.G.D