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En la segunda vuelta de las elecciones municipales de 2012, Luigi Boria se convirtió en el primer venezolano en gobernar una ciudad estadounidense. El cargo le concede una responsabilidad y un privilegio sin precedentes. Él lo sabe. Aún así es su título como padre de familia lo que le agiganta el pecho. El empresario, que partió de Venezuela hace más de veinticinco años, es hoy uno de los líderes criollos más influyentes en el extranjero. Cuando se habla con Boria es inevitable notar que para él la paternidad es un asunto serio. Tal como lo fue para su padre, don Gaetano, quien dejó su vida de empresario exitoso en Italia y se aventuró junto a su esposa, doña Giovanna, en la búsqueda de una tierra sin gritos de guerra en el año 1958. Asegura que no le dejó muchos bienes, pero le legó entre varios valores, el amor al trabajo. Eso se le arraigó tanto que desde su niñez aprendió cuanta labor pudo: fue patrullero escolar, vendedor de tostones, camillero, herrero, oficinista, comerciante, vendedor de seguros, instructor de computación, ejecutivo de General Motors, inversionista, pastor de una iglesia cristiana y, por si fuera poco, alcalde.La muerte abrupta de su padre, quien fue asesinado cuando él sólo tenía dieciséis años, le truncó en aquel momento sus aspiraciones de liderazgo juvenil en el partido Copei, pero lo guío, como si se tratase de un azar divino, por una vida de muchos sacrificios, pero también de muchos ascensos. Estudió Contaduría en la UCAB y fue allí donde conoció a su esposa, Graciela Boria. Hoy tienen dos hijos y varios nietos. Empacaron a Estados Unidos cuando las vacaciones de Boria se convirtieron en un “nos tenemos que mudar”. Fue difícil. Las comodidades que tenían fueron relegadas mientras rescataban una empresa que habían empezado años antes en Venezuela. Aún recuerda los días que, junto a su esposa, iba de casa en casa a instalar softwares a computadoras. Jornadas donde nunca disminuyó el paso, no hasta cumplir su palabra: una casa propia para su familia. Y no le bastó cumplir este objetivo, hoy es un empresario exitoso y el alcalde de una comunidad de más de 46.000 habitantes, la mayoría de ellos latinos.Pero afirmar que todo esto se debe a fuerzas y méritos propios es para el venezolano una falta de sensatez, él atribuye cada uno de sus logros a Dios, a quien también le ofrece sus servicios como pastor de una iglesia. “Mi relación con el Señor es lo más importante; Él me provee de la sabiduría para tomar cualquier decisión en mi vida. La sabiduría que Dios me permite entender cómo compartir mi tiempo con la iglesia, como alcalde, como esposo, como padre y abuelo”. L. A.