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Entre todos los inicios, el de Mónica Montañés es uno de esos que parece haber sido concedido por un genio. Cuenta que a principios de los noventa trabajaba para el Diario de Caracas y la enviaron a entrevistar a Mimí Lazo; congeniaron tanto que terminaron hablando de las mujeres que eran y de la responsabilidad de venir al mundo a cumplir sus sueños. De esa conversación nació El aplauso va por dentro, su ópera prima que, tras su debut en 1996, se despidió este año como el monólogo más exitoso de Latinoamérica. Esa fue su carta de presentación para entrar al cerrado círculo de los guionistas nacionales: empezar como parte del equipo de dialoguistas de Ibsen Martínez abrió el camino de su carrera.
De la soledad nació su relación con la escritura: “Soy hija única y cuando era niña me inventé muchos hermanos imaginarios. Le contaba cuentos sobre ellos a mis amiguitos, que creían que era verdad, hasta que me metí en un lío porque en vez de imaginativa creyeron que era mentirosa. Entonces entendí que era mejor escribir lo que imaginaba y empecé a escribir cuentos”. Ahora escribe todos los días más de ocho horas diarias, porque a pesar de que a su nombre están escritas tres novelas, siete obras de teatro e infinidad de telenovelas de su autoría, disfruta escribir como si fuera la primera vez que lo hiciera, hecho que se debe, en parte, a que antes de ser escritora, es una lectora empedernida que cubre con libros las filtraciones de realidad.
Aunque no creció con telenovelas por prohibición paterna, admira a los grandes: Leonardo Padrón, José Ignacio Cabrujas, Fernando Gaitán… y ejerciendo el oficio he aprendido a admirar a Delia Fiallo, la única referente femenina a pesar de que el target de las telenovelas sea en su mayoría femenino. “El feminismo, para mí, es continuar la lucha de tantísimas mujeres valiosas que se pelearon con uñas y dientes por abrirnos el camino a todas para conseguir el mismo espacio en el mundo que han tenido los hombres durante siglos”, dice.
Las ideas la asaltan, a cualquier hora y en cualquier momento, “luego paso mucho rato desmenuzándola a ver qué jugo puedo sacarle, la convierto en cuento y, en lo que más me tardo es construyendo los personajes”.
Poder ganarse la vida haciendo lo que le gusta ha sido la mayor satisfacción que le ha dado su carrera, a pesar de los altos y los bajos. “La escritura para mí es un privilegio. Es mi manera de ser feliz, mi forma de ganarme la vida y de mantener a mi familia, es mi forma de alcanzar la utopía o de ir hacia ella. Pero además, disfruto muchísimo leyendo a otros autores. Los libros me han salvado de muchas cosas en la vida”. M. G. V.