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Que una novia llegara a la iglesia el día de su boda, a bordo de una elegante y brillante limosina era una imagen que no se veía a diario en la Maracaibo de hace dos décadas, sin embargo, todo cambió cuando Julio César Faría se atrevió a ofrecer este servicio para eventos sociales con Villa Cars. Desde una oficina decorada con carros de exhibición a escala, recuerda los inicios de su compañía: “Cuando compramos nuestra primera limosina en Caracas, ella venía entrando por la carretera a Maracaibo y nuestro primer cliente la vio y enseguida se le pegó atrás. Estaba próximo a casarse y ese mismo día nos contrató. A partir de allí fueron bodas cada viernes y sábado, producto de la gente que asistía y de fotógrafos, organizadores y estilistas, que en cada evento nos recomendaban a sus clientes”. De pioneros en el servicio de limosinas evolucionaron a carros blindados, traslados corporativos, turísticos, ejecutivos y hasta Vip, exclusivo para presidentes de empresas, celebridades y hasta mandatarios que vienen de visita oficial a la ciudad. Pese a lo exitoso que es hoy, al principio muy pocos apoyaron la iniciativa de invertir en este negocio: “La idea de Villa Cars surgió el día que me iba a casar; le pedí el favor a mi cuñado de prestarme su carro y a mi hermano de que lo manejara. Con tantas cosas, se me olvidó comentárselo y al momento de ir a la Iglesia el carro nunca llegó. Al final llegamos tarde, pero gracias a esta anécdota me había nacido la idea del traslado para eventos sociales. Mis padres no creían mucho esto, pero sí mi tía Nelly Faría de Villalobos y sus tres hijos, Horacio, Héctor y Nellinda. Ellos viven en Caracas y allá habían observado a varias empresas de ese estilo. Cuando se lo dije me tuvo confianza, más que un apoyo económico ellos fueron un apoyo moral”. Quince años después, Julio César creó una empresa que brinda confort, seguridad y elegancia en un mismo servicio, y a la que las felicitaciones de sus clientes son su mejor carta de presentación: “Desde muy pequeño, como todo niño al fin, construía pistas en el patio de mi casa para jugar con mis carros de juguete. Ahora pienso que el niño de aquel entonces aún sigue vivo con la diferencia de que los carros han crecido. Villa Cars me ha permitido mantener ese espíritu alegre, que nace cuando haces tu trabajo por gusto. Los carros que adornan mi oficina son los que en un momento determinado me he dicho: ‘Los voy a tener’. La particularidad es que no son carros para mí, sino para darle un servicio impecable a mis clientes”. A.B.