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Una joven maga a quienes su amigos llaman Vainilla, una gigante dragona morada llamada Zafira, y un amigable gato de campo que responde al nombre de Felipe son algunos de los protagonistas que han cobrado vida en los cuentos que escribe Valentina Juaristi. Con un vocabulario que sólo la frecuente lectura puede facilitar, su creatividad está a flor de piel y cualquier vivencia a su alrededor es digna de relatar en la voz de uno de sus coloridos personajes.
Con una madurez poco común en los niños de su edad, Valentina ya sabe a sus diez años lo quiere ser cuando sea grande: una escritora de fama mundial como su ídolo, J.K. Rowling, la creadora de la saga del pequeño mago Harry Potter. A tan corta edad, su camino ya comenzó con la publicación de cuentos en el encartado infantil Pitoquito, luego de que su profesora los enviara para que el medio constatara el talento innato de la pluma de su alumna. Observar su nombre, su historia ilustrada en papel periódico y saber que miles de personas lo leerían fue una emoción y un grato recuerdo que seguramente Valentina atesorará en una infancia marcada por altibajos. Varias visitas al quirófano por problemas en sus piernas la han hecho madurar a tan temprana edad y la imaginación que los libros incitaron en su mente fue sin duda un refugio seguro para ella: “Valentina es un ángel. Ha enfrentado sus problemas.
Fue operada tres veces pero ha sido constante en su recuperación. Ha caído y se ha vuelto a levantar en cada oportunidad porque es muy emprendedora cuando quiere lograr algo”, cuenta su orgullosa mamá. Tal y como a cada uno de sus protagonistas lo acompaña un fiel amigo en las travesías, a Valentina le sucede lo mismo con Kelly, su cariñosa perrita pequinés que le persigue con afán por todo su hogar: “Si es por ella la casa se convierte en un zoológico con gatos, perros y pájaros”. Sin embargo, ni el amor por los animales ni la aventura del periodismo por ahora le atraen, Valentina es fiel a su meta de ser escritora consagrada. Es cierto, tal vez tenga una década en edad, pero en su imaginación no tiene límites, y ello es un común denominador en la niñez de unos cuantos escritores que al crecer conocieron el éxito y el reconocimiento en el mundo de las letras. A.B.
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