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Ramón Castillo, el lente de un trotamundo

Ramón Castillo, el lente de un trotamundo

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Ramón Castillo, el lente de un trotamundo

Perfiles

1 julio, 2008

DONDYK+RIGA

A las manos de un inquieto joven de diecinueve años llegó como un golpe de suerte una modesta cámara fotográfica de treinta y cinco milímetros. Enamorado de las imágenes que tomaba su lente, constató su talento para la fotografía y decidió darse un voto de confianza. Hoy, diez años más tarde, Ramón Castillo es el chico que maduró hasta convertirse en un fotógrafo reconocido y admirado: “Comencé a hacer fotos como loco con mi primera cámara, especialmente a una máquina de tejer que había en mi casa. Ese fue mi primer objeto. Era rarísima porque tenía millones de agujas de tejer y me tenía encantado. Le hice fotos por todos los ángulos”. Pese a que su interés por las imágenes se formalizó de joven, de niño siempre estuvo rodeado de fotos y cámaras que heredó de su padre: “Mi papá era capitán de barco y le gustaba mucho tomar fotos.

Él falleció en un accidente cuando apenas yo tenía tres meses de nacido, pero quedaron muchísimas fotos y cámaras que nunca supe usar, porque ya estaban obsoletas. Jugaba a armar sets de iluminación o estudios de televisión, pero jamás me pasó por la mente convertirme en fotógrafo. Era de esos niños a los que le regalan un juguete y al minuto lo desarman para ver cómo funcionaba por dentro”. Ramón Castillo fue dominando el oficio de forma autodidacta y la experiencia que ha ganado a través de los años lo llevó a fundar su empresa, Planta Baja, a través de la cual desarrolla la dirección fotográfica de numerosos comerciales de televisión. Inmerso en el mundo audiovisual, fue director de fotografía de un documental sobre Francisco de Miranda, proyecto por el que se ganó el título de trotamundo.

De un extenso viaje por Europa regresó con fotos y memorables retrato documentales que formaron parte de su primera exposición Vaivén. Ramón es emprendedor y multifacético, pues la música es otra de sus pasiones y su voz dentro de la coral Venezziola es su mayor virtud: “Canto desde los seis años. Siempre he estado ligado a la música, toco batería y estudié piano. Trabajo para la música tanto como para la fotografía”. De su papá heredó el amor por las fotos pero de su mamá el talento para la música. De ambas pasiones, Ramón tiene aún metas por cumplir: “De la música quiero llegar a lo más alto con la coral hasta ser referencia mundial y con la fotografía  quiero dejar huella con mis retratos documentales”. A sus veintinueve años va camino a lograrlas. A.B.

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