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De un trozo de madera pueden salir mil figuras y de manos de una mujer decidida, infinitas. Gabriela Barranco es una valenciana profesional en publicidad, quien en el 2004 dejó de lado una carrera que no le sentaba bien, para hacer algo que le entusiasmara y le permitiera disfrutar a cabalidad de la vida familiar. En una cálida terraza comparte con su hija y su hermana el arte escondido tras el desconocimiento, que hoy es su sustento. Como buena venezolana no se vio apabullada por encontrar un oficio. Hizo varios cursos en moldeado de anime y comenzó a idear figuras famosas que terminaban sobre alguna torta cumpleañera, o en el anaquel de alguna piñatería. Pronto, la exactitud realista de su trabajo devino en una interminable lista de clientes dispuestos a complacer los caprichos infantiles, por lo que su hermana Corina tomó las riendas de este negocio casero, mientras Gabriela hallaba un talento antes insospechado. “Qué te voy a estar enseñando yo” fue la expresión de su profesor ante la destreza con que Gabriela trabajó la madera desde su primera clase en talla. Poco a poco fue familiarizándose con este noble material, y en vuelta de pocos meses expresó su opinión en torno a los hechos que protagonizaban las noticias venezolanas. La escuálidas fueron sus primeras creaciones, que salidas de un palo de madera tuvieron plurales destinos en distintas partes del mundo. Precisamente en este momento Gabriela hizo conciencia del alcance de su obra: “Cuando vi que estaba en una colectiva, entre ellos, me comencé a llamar artesana a mí misma”. Desde entonces su mente idea y sus manos dan forma a vírgenes, ángeles, santos, todas figuras por encargo que llevan la marca indisoluble de lo artesanal, en trazos minuciosos y detalles mínimos como los dedos de una mano femenina o un cabello bien peinado. Ha participado en diversas colectivas como una artesana más, entre aquellos que han dedicado sus vidas a este oficio y quienes la reconocen como una más. “Yo misma me sorprendí; hice esto como una vía de escape y resultaron estas piezas”. La belleza estaba allí, en el cedro y el saqui saqui, y Gabriela Barranco la esculpió para hacerla visible al ojo humano. E.R.