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Elba Montero de Rondón, tejedora de los hilos de la historia

Elba Montero de Rondón, tejedora de los hilos de la historia

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Elba Montero de Rondón, tejedora de los hilos de la historia

Perfiles

1 marzo, 2007

DONDYK+RIGA

Con sus manos laboriosas, la señora Elba Montero ha mantenido viva una tradición que se remonta a los albores de la zulianidad, unas magníficas creaciones urdidas con finos hilos que se divorcian del bastidor que las gestó para transformarse en los famosos soles de Maracaibo: “Estos tejidos datan de principios del siglo XIX y provienen de Islas Canarias, pero fueron adoptados en el Zulia gracias a la señora Cepeda Conde, una perijanera que aprendió a hacerlos y enseñó la labor a sus diez hijas. Esas mujeres se pasaban día y noche bajo el bombillo haciendo soles, para venderlos a los extranjeros que llegaban a Maracaibo”. El paso de los años fue el hilo conductor que llevó la tradición de una generación a otra pero, entrado el siglo XX la ciudad se convirtió en un lugar cada vez más inhóspito para con los emblemas de su cultura. Por fortuna, las manos tenaces de Elba Montero salieron a levantar el estandarte de la zulianidad y, oponiendo resistencia al olvido, se decidieron a no dejar morir esa tradición que dibuja nuestra identidad como zulianos: “Desde niña me llamó la atención el bordado pues tenía una vecina que hacía los soles y cuando crecí me matriculé en la Escuela de Bordado ‘María Teresa Rodríguez’. Estudié con puras viejitas, pues prácticamente no había muchachas jóvenes interesadas en esos oficios. Al parecer las mujeres hacendosas somos cada vez menos”. Afortunadamente, la impetuosa señora Elba se interesó en los soles, ya que hoy es ella la principal mentora de la generación de relevo: “Empezamos con cursos en el teatro Bellas Artes y en la Casa de la Capitulación; hoy estamos en la Fundación Niños del Sol que funciona donde antes era el Club Alianza”. Dos reconocimientos regionales al mérito de su trabajo y uno nacional por parte del Ministerio de la Cultura fueron cosechados a punta de finos faldellines, pañuelos y cuellos tejidos con pulcritud y delicadeza. Y el trabajo nunca termina: mientras la luz del día exista y su vista le eche una mano, la señora Elba seguirá bordando: “Todas mis piezas son únicas. Por grandes o pequeñas que sean, todas están hechas con cariño y dedicación. Cuando veo atrás mi vida, la recuerdo en función de cada sol que he bordado”. C.W.