Busca por palabras claves, luego dale a enter
Te tomas muy en serio tu papel como mamá. No importa qué día sea, ni la hora, ni qué tan cansada te sientas, siempre procuras que nuestras sonrisas no sean borradas. Hoy, madre, te dedico cada uno de mis sentimientos, aunque prefiera reservarlos con frecuencia, admito que hay ocasiones en las que siento que debo expresarlos. Por ejemplo, cuando estás agotada de trabajar, de lavar los trates y la ropa sucia, el corazón se me arruga por no haber conocido a alguien con tanta entrega.
Sé que últimamente he estado muy distraído, tal vez lo suficiente como para no prestarte la atención que mereces, incluso si eres tú quien sirve mis platos, quien ordena mi cama o quien se preocupa cuando no he llegado a casa a la hora acostumbrada. No entiendo cómo puedo ser así con alguien que cada paso que da lo hace pensando en mí y en mis hermanos. Mamá, aunque tampoco lo admita, a veces me siento solo. Pienso en que puedo acudir a ti, pero no entiendo por qué no soy capaz de hacerlo. Tal vez soy lo demasiado cobarde como para descubrir mis sentimientos delante de quien me conoce vulnerable, tan indefenso como solo tú podrías haberme visto. ¡Quién sabe!
Seguramente no lo has notado, pero últimamente intento aprender algunas cosas de ti porque siento que debo ser más independiente. Es irónico, porque siempre me quejo de cómo sabe tu comida o de los lugares donde decides ordenar mis cosas. Sin embargo, entiendo que de alguien debo aprenderlo y tú eres mi mejor maestra. De ti, en medio de mi inmadurez y rebeldía, he aprendido el valor de ocupar un lugar en la familia, de lo fantástico que es disfrutar de una tarde en casa después de terminar las tareas y de las comidas los fines de semana, donde todos terminando juzgando tus platos por mucho que te hayas esforzado. Es cierto, mamá, deberías aprender más de nuestra abuela.
Cuando estoy fuera de casa con mis amigos, creo que debo demostrar que no estoy bajo las alas de nadie, por eso evito contestar el celular muy seguido. Aunque… pensándolo bien, puede ser un acto muy tonto lograr que te preocupes solo porque yo sea caprichoso. Eso me enseñaste anoche: a tener en cuenta la posición de los demás, cuando le dijiste a mi hermano que estábamos el uno para el otro, sin importar cuántos se opongan. Incluso, si nosotros mismos nos oponemos a llevarnos bien. Ya sabes cómo somos los hermanos, se trata de una lucha constante de la que nadie resulta ganador solo para convertirnos en los líderes de nada.
Pero eso no importa, porque siempre vas a estar tú para enseñarnos, para guiarnos y decirnos en ese tono de voz que solo tú sabes manejar que después de ti y papá, solo nos tendremos a nosotros. Gracias, mami, por abrir el libro por las tardes para enseñarme a leer. Gracias, mami, por cortar el pan en formo de monstruo para que yo quisiera comerlo. Gracias, mamita, por no taparte la nariz delante de mí cuando me llevabas al baño para no hacerme sentir vergüenza. Gracias, mamita, por intentar hacer las tortillas para el desayuno antes del colegio, que sabías que ninguno comeríamos. Gracias, querida madre, por recordarme cada día que debo saludar, pedir disculpas y ayudar a quien lo necesite. Gracias, mamá, por no dejarme vencer cuando mis compañeros en el colegio se burlaban de mis zapatos ortopédicos. Decías que gracias esos viejos zapaticos caminaría con más fuerza que ellos, porque yo estaba aprendiendo de nuevo a hacerlo.
Gracias, mamá, por haber elegido a mi papá para acompañarnos en un camino que no quiero ver acabar, que no quiero que llegue a su fin. Hoy, mi madre querida, como ayer, como mañana y todos los días, te agradezco en silencio el esfuerzo que haces por ser la mejor mamá que solo tú sabes cómo hacer.