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La invasión de la vaca azul y su creador

La invasión de la vaca azul y su creador

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La invasión de la vaca azul y su creador

Entrevistas

Hay una persona, un artista, detrás de la vaca con ojos saltones, aquel animal que adorna sitios que están escasos de color en la ciudad. Mantuve una tertulia con Okso sobre su trabajo, motivaciones y esto fue lo que comentó.

20 abril, 2017
Okso

VACCARELLA Sebastián

Luego de finalizar el graffiti, agotado de tanto calor, Okso habla sobre su trabajo mientras se encuentra en las instalaciones del café Tendencia, con Maroon Five de fondo. “La gente cree que pintar es fácil, que esto no es algo serio. Pero sí cansa, la muñeca sufre mucho, porque uno va graduando con el dedo para que el spray salga de cierta forma. Terminas adolorido”, comenta mientras se excusa para lavar sus manos.

Antes era diestro, pero luego de un accidente aprendió a dibujar y pintar con la izquierda. Ahora no sabe cómo usar la derecha de nuevo. Le pregunté sobre aquellos años en los que inició en la pintura, responde sin vacilar que fueron sus hermanos quiénes lo metieron en este mundo, en los años 80. ¿Pero ellos tienen carrera en las artes? Resultó que no, fue algo pasajero –para ellos–: “Ninguno tuvo que ver con ilustración, ni graffiti. Fue algo de su adolescencia, que se tripearon en el momento. Pero a mí sí me quedó bastante de esa experiencia”.

Desde que inició a la actualidad, su estilo ha cambiado considerablemente. Se ha involucrado en la escultura, pintura, ilustración y luego la intervención de los espacios urbanos. “Uno va evolucionando a medida que sigue pintando, es como hacer caligrafía. Por eso creo que es importante el poder pintar mucho”. Piensa en las personas que no apoyan esta expresión, en los que creen que se “arruina la calle”. Pero, ¿no están haciéndole un favor a esas paredes?

Asiente, sonríe, porque está de acuerdo. “Si te pones a ver, más la ensucian los políticos con su propaganda. Colocando ojitos, caritas y letras. Se ve feo y la gente no lo critica, por eso me parece una doble moral de la sociedad. En cambio, si ven a un muchacho pintando le gritan: “¡PÍNTATE EL CULO!” O cualquier estupidez que se les ocurra. Ni siquiera son originales al expresarse así”.

Afortunadamente, su conocida vaca Cleta ha ido calando en el gusto de las personas, no la ven como un contaminador visual. La gente ha sabido agradecer el trabajo realizado, eso le recordó el momento en el que grabó el video de las monjas: “Cuando lo estábamos pintando –disfrazados de monjas–, una señora se acercó súper alegre, diciendo que le habíamos sacado la primera sonrisa de la semana. Ese día era jueves. Estamos en una situación en la que todo el mundo está deprimido viendo en su casa un canal de noticias como un zombi, sin prestarle atención a lo que pasa en la calle, donde se pueden ver cosas interesantes. La idea es darle eso a la gente, aportarle color a los espacios en abandono”.

Okso

VACCARELLA Sebastián

Cuando habló de esos sitios en ruinas, que abundan en la ciudad, fue inevitable pensar que muchas personas no tienen criterio sobre el tema, de la fealdad que otorgan. No se detienen a pensar si de verdad les gustan los dibujos que ven en las paredes, a veces solo repiten que “rayar” está mal, sin más. Esto le recordó a Okso una anécdota caraqueña, en la que el elemento clave fue saber comunicarse con las personas: “Hay gente que es súper negada desde el principio. Una vez quise pintar una  pared que me pareció finísima. Ya se la había pedido a los dueños, pero la misma coincidía con el espacio de una farmacia, por lo que una señora tenía su carro estacionado allí. Le pedí que moviera el auto, para que no se le fuera a manchar y ella preguntó de qué se mancharía. Cuando le informé dijo que no íbamos a pintar nada, estaba en desacuerdo. Le aclaré que no era su pared y teníamos el permiso de hacerlo, pero ella siguió negada. Le mostramos nuestro trabajo y ella espetó que no le gustaba, así que le pregunte entonces qué. Simplemente se limitó a decir que no le gustaba ninguno y nos odiaba a todos, que odiaba el arte. Me dejó pensando, qué tan triste puede ser la vida de una persona que se rehúsa al arte”.

Asentí, ¿qué más podía hacer? Estoy totalmente de acuerdo y esa demostración de odio realmente me impactó, ¿tan reacios estamos al cambio, a abrazar métodos que no son tradicionales? Por suerte –aunque es algo causal–, el esfuerzo y la inversión que Okso ha puesto en su trabajo ha sido retribuido por el público, notan su trabajo y la mayoría lo valora. Al hablar sobre esto, su mayor preocupación es el precio de los insumos, ya que afectan su labor al igual que al movimiento, es difícil para aquellas personas que quieran empezar en el Street art.

Santa Lucía, sector cultural de Maracaibo, Venezuela, fue el escenario de su más reciente marca. Foto: VACCARELLA Sebastián

Así recordé, y le conté, sobre las veces que yo misma quise involucrarme en ese arte, pero el precio de los aerosoles no lo permitió. El comentario le hizo recordar sus inicios, en los que sufría lo mismo: “Sí, es muy difícil. Antes uno se bandeaba con pintura de caucho, con las que se podía rellenar los espacios. Ahora ni eso, todo es muy caro”.

Terminamos hablando sobre el mito que hay detrás de los graffiteros: que la mayoría son delincuentes. “Lo que pasa es que al ser chamos, no se tiene dinero propio y el Street art no era tomado en serio como para tener algún tipo de apoyo, por lo que se veían los casos de que algunos robaban los sprays. Por eso muchas personas creen que todos somos maleantes. Resulta que lo que ven es producto del esfuerzo que viene de nuestro bolsillo, por eso considero importante llevar el mensaje, demostrar que no somos malos, que solo queremos darle color a la ciudad”.

Al comienzo también trabajaba en lienzos tradicionales y con esculturas, pero en el trayecto se dio cuenta que “era tonto mantener el trabajo separado”, por lo que empezó a trabajar uniendo todo lo que sabía en un mismo concepto. De allí surgió su última exposición –sí, Okso también expone su trabajo en museos–, la cual fue más gráfica que avocada al Street art únicamente: “Usé al personaje de Cleta, pero no usé spray para su ejecución, sino serigrafía y grabados. Mientras salías de una sala podías entrar a otra llena de puras tablas, esa sí estaba realizada con spray”.

Pero, ¿en qué se basaba su trabajo anterior? Me respondió que siempre estuvo inclinado a la sátira social y la humanización de los animales, la diferencia: antes realizaba sus obras con escultura blanda y grabados, representaba a los animales en acciones cotidianas y no era un solo personaje –como Cleta, la vaca azul–, sino que usaba a cualquiera que se le ocurriera.

“Con el transcurso de los años y la inmersión en el graffiti, Cleta se transformó en mi firma. Por eso me enfoqué en pintarla a ella. Claro, ahora lo hago con técnicas distintas”.

Piensa que aún le falta mucho por hacer, pero que se ha tripeado mucho su profesión, porque ha viajado a sitios que jamás pensó en conocer. Quizás disfrutar de esos extras que su trabajo trae compite con el gusto que le da pintar. Ha conocido muchos estados y sitios de Venezuela durante su carrera artística, en las que va dejando su marca.

Finalmente me cuenta que le falta visitar Los Roques, Roraima… “las barajitas más difíciles”, dice entre risas. Por lo que espera poder llevar color a los pueblos de esos rumbos. Ansía que sea este año, es su meta, quiere mostrar esos sitios mientras que realiza su trabajo, por eso sus videos tienen un toque turístico.