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Cada año, durante el último fin de semana del mes de octubre, se realiza la tradicional bajada de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, momento en que la patrona espiritual de los zulianos se funde con la devoción de su pueblo en un encuentro esperado con fe y ansias por la feligresía tanto local como de algunos rincones de Venezuela.
Durante la mayor parte del año, el retablo sagrado permanece en su nicho, casi inalcanzable, a la espera de la visita sus fieles. Pero cuando llega el día de la bajada, sus devotos se movilizan hacia su templo, la imponente Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá, para poder tenerla cara a cara y ratificar, en el espíritu de cada quien, la existencia de esta Virgen Morena que decidió quedarse para siempre en el humilde templo de San Juan de Dios en el casco central de Maracaibo.
Con flores y joyas doradas se prepara la iglesia para este momento. Se limpian sus reliquias, se decora el manto sagrado y se afinan los furros para cuando se realice el trayecto desde las entrañas de la Basílica hasta sus puertas y de ahí al abrazo de su pueblo.
A la salida la esperan sus servidores, vestidos de blanco, quienes cargan en sus hombros a la Dama del Saladillo y la pasean a través de un mar de agradecimientos, oraciones, sanados, milagros y promesas alcanzadas, declamadas por quienes están concentrados en la Plazoleta frente al templo.
Una vez ha bajado de su trono y ha saludado a sus devotos, la tablita con la Virgen permanece al alcance de las plegarias de propios y visitantes en el templo hasta el 18 de noviembre, cuando recibe fielmente su serenata hecha gaita con coros de pueblo, que con el grito de «¡Milagro!» conmemoran el divino hallazgo hecho por la señora María Cárdenas en aguas del Lago varios siglos atrás.
La Bajada marca el inicio de la Feria de La Chinita, la cual abarca varias celebraciones religiosas y festividades en la ciudad, significando también la bienvenida a la Navidad e inicio del fin de año para los marabinos.
Pese a la compleja situación económica y social que ha venido atravesando el país en los últimos años, la tradición no se debilita. El fervor no permite que esta se acabe. Recolectas de flores y ofrendas para decorar el santuario en el que permanece la Excelsa Patrona de los zulianos durante sus fiestas -entre otros detalles- son una pequeña muestra de ese inagotable cariño que se va transmitiendo a las nuevas generaciones dentro de una costumbre que es esencial dentro de la cultura del occidente venezolano.