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Emilio Lovera, la sabiduría de la risa

Emilio Lovera, la sabiduría de la risa

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Emilio Lovera, la sabiduría de la risa

Perfiles

1 julio, 2012

LOVERA, Tomás

Si se quiere comprender el variopinto concepto que es la idiosincrasia venezolana basta con conocer a los personajes que Emilio Lovera ha interpretado en sus treinta y un años de carrera. Chepina, El Chunior, Los Guoperó, Perolito, Foco Fijo, nacieron de la observación del entorno. Emilio mezcla actitudes, modismos y voces que cobran vida y trascienden. El comediante caraqueño no se limita a la caracterización, también presta su voz a personajes animados. Las reglas de la comedia y del oficio de la televisión las aprendió en una gran escuela, Radio Rochela. En los años noventa disfrutó de un momento cumbre en su carrera, gracias a récords de audiencia, reconocimientos y personajes que se convertían en paradigmas. Pero existía una vida después de la Rochela; sus proyectos posteriores lo consagraron como la descarga humorística de la cotidianidad venezolana en la televisión. Para Emilio no todo es un chiste, el humor es “un arma de crítica, punzante y efectiva”. Uno de sus más recordados personajes, el enano Jairo Restrepo, logró desde su aparición aliviar tensiones mostrando el lado afable de los inmigrantes colombianos. En la Isla Presidencial su voz dio vida a la versión animada de los mandatarios latinoamericanos, pero aún no ha conocido a un presidente con sentido del humor. El ingenio y la versatilidad de Emilio lo llevan a lugares inesperados como Adelaide, Australia. En sus presentaciones en el exterior nota la nostalgia de sus compatriotas en el exilio que acuden a verlo. Fuera de las tablas es un padre sencillo y trabajador que disfruta de viajar por Venezuela en su tiempo libre. De niño soñaba con ser guardaparques pero la vocación humorística lo atrapó. A los trece años notó que era el único que lograba captar la atención de sus compañeros de clase para contar un chiste, experimentando la mayor satisfacción de su trabajo: la risa de la gente. En los próximos años espera dedicarse a la producción de largometrajes de comedia y pasar la antorcha, compartiendo sus conocimientos con las nuevas generaciones. Admira a su compañero Laureano Márquez por ser la voz de la conciencia cuando falta sabiduría. Crítico pero positivo, Emilio imagina su Venezuela ideal plena de “ciudadanos educados, decentes, honestos, alegres y dicharacheros. Un país donde pueda trabajar seguro y construir para el futuro cosas asombrosas”. M.A

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