CAMACHO, Álvaro

Desde la perspectiva de los alumnos del colegio Obra Social San José de Calasanz de Valencia, el colegio es algo más que once años rutinarios de uniformes y materias. Glennis Oviedo y Heomar Fernández comparten su amor por la informática y los servicios administrativos, mención en la que se enfoca la institución y que quiere fructificar Carlos Chacón, quien planea sacarle el mayor provecho a sus habilidades con la matemática en su carrera como contador o administrador de empresas. Esa seguridad de salir con un área del conocimiento desarrollada les permite desarrollar otras aficiones a los que no están muy  interesados en el tema. Por eso encontramos casos como el de Samuel Páez y Betzy Leal, para quienes la literatura ha calado en sus vidas junto a una vocación de servicio que los ha llevado a decantarse por una carrera en la milicia y en medicina, respectivamente. Otra es la historia en la vida de Roy Rosales y Lesther Zamora, a quienes ha sido el deporte lo que los ha motivado a querer forjarse un futuro en base a él, aunque tengan planes de respaldo por si las cosas no salen como esperan. El arte también hace estragos en quien lo prueba y así lo han asumido Yetsibel Cordero, a quien le apasiona la viola y todos los sonidos relacionados a  ella; Jeferson Carrillo piensa lo propio con el dibujo y la pintura y Aglenis Hurtado, quien sueña con establecer una institución para niños sin hogar una vez haya consolidado una carrera como actriz. Todos los casos representan la libertad de espíritu y la cantidad de matices de los que está compuesta esta nueva generación venezolana. M.G.V.

También te puede interesar

Maritza Sánchez, compañera de procesos y emociones

Colegio Altamira, alma de deportista