7 agosto, 2023
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CAMACHO, Álvaro
Ese momento en el que los sueños se materializan pasa desapercibido por aquellas personas que se mantienen trabajando duro por ellos. Las oportunidades, por más improbables que parezcan, pueden surgir si una persona es capaz de verlas.
Durante su juventud, formar parte de la NBA significaba un pensamiento recurrente. “Ni pasaporte tienes”, le afirmaban sus compañeros, chicos que lo vieron crecer y que, sin saberlo, fueron testigos del nacimiento de un soñador. Greivis se trazó una meta desde joven y el 25 de septiembre de 2004, lo logró. El programa Baloncesto sin fronteras, organizado por la NBA en Brasil, aquella liga de basketball que podía parecer una fantasía para la vida de un muchacho caraqueño que pasaba sus días en el barrio 23 de enero y en Coche, fue su pasaporte e incluso su visa. Un agente español presenció su desempeño y a raíz del talento encontrado, le propuso dos opciones: jugar de forma profesional en Europa o estudiar en Estados Unidos.
Poco tiempo necesitó para tomar una decisión, así que frenar sus estudios en Venezuela —por muy descabellado que parecía— fue la mejor idea. La controversia llegó, su madre no entendía lo que ocurría, pero su padre siempre se ofreció como apoyo en las decisiones que deseara tomar.
Tramitar el pasaporte y una visa estadounidense solo fue el comienzo de una larga carrera que involucraba experiencias y retos desconocidos. Cuando Greivis decidió montarse en el avión que lo llevaría a Estados Unidos, no pensó que pasaría tantas fechas decembrinas sin ver a su familia. Pero abrazó ese temor y lo convirtió en combustible diario, recuerdo ferviente del por qué abordó el vuelo que lo llevaba a una nueva vida lejos de los suyos.
Con 17 años de edad, enfrentó la nostalgia de alejarse de su familia para estudiar la secundaria en Montrose Christian School en Rockville, Maryland, todo mientras se adaptaba a un nuevo idioma. Lo más difícil fue partir el día del cumpleaños de su madre, viéndola llorar por separarse de su hijo mientras pensaba que él iba en busca de sus sueños y su futuro.
Sin saber nada de inglés, comunicarse se volvió una faena para Greivis. Aunque más de una vez se sintió solo, dudando de las decisiones tomadas, esos momentos fueron claves para mantener una conexión más cercana con Dios; pilar fundamental para evitar lanzar la toalla. ´Lo difícil perdura en el tiempo´, por eso, luego de tantos sacrificios, Greivis obtuvo una beca para estudiar en la Universidad de Maryland, donde quedó seleccionado por los Memphis Grizzlies. Un triunfo otorgado por el talento y, sobre todo, por la valentía de seguir un sueño más allá de las fronteras.
