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Mauricio Donelli, tres décadas de vivencias en fotos

Mauricio Donelli, tres décadas de vivencias en fotos

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Mauricio Donelli, tres décadas de vivencias en fotos

Perfiles

1 febrero, 2016
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DONELLI, Mauricio

Para hablar de los 30 años de carrera de Mauricio Donelli hay que escudriñar parte de su infancia. Su pasión por la fotografía había comenzado mucho antes de los 12 años cuando sus tíos le regalaron su primera cámara, ya que desde que tiene uso de razón hacía fotos junto a su madre.

Este falconiano de 52 años es uno de los fotógrafos de bodas más solicitados en Venezuela. Durante su trayectoria ha capturado más de mil enlaces eclesiásticos; sus composiciones varían y su insistencia por diversificar su trabajo le ha permitido también figurar entre los mejores en otros géneros como retratos, desnudos, moda y turismo.

Su lente ha capturado el lado más sublime y sensual de modelos como Naomi Campbell, la diseñadora de modas Carolina Herrera, el diseñador venezolano Ángel Sánchez, la recordada Celia Cruz, el panameño Rubén Blades, el francés Bernard Arnault —director ejecutivo del grupo Möet Hennessy Louis Vuitton (LVMH)— y la actriz británica Catherine Zeta-Jones. Entre sus retratos más preciados destaca el del Dalai Lama, líder espiritual del budismo tibetano.

Pero sus deseos como profesional no siempre apuntaron hacia la fotografía. Se graduó como licenciado en Ciencias Administrativas en la Universidad Metropolitana en Caracas y tiempo después estudió fotografía, conocimientos que posteriormente profundizó en Nueva York y en París.

No es el único fotógrafo de su familia; las imágenes y el apellido tienen historia. Asegura que fueron sus tíos maternos —residenciados en Coro (Venezuela) e Italia— quienes sirvieron como grandes referencias en el proceso de descubrimiento de su perfil artístico cuando apenas comenzaba a fotografiar amaneceres, atardeceres, desiertos y playas.

Mauricio todavía recuerda las casas coloniales donde sus tíos pusieron en marcha sus primeros estudios fotográficos. “De niño los olores de los químicos me daban mucha intriga y la aparición de imágenes en papel fotográfico era un acto mágico ante mis ojos. Por eso, durante el aprendizaje de una larga carrera te das cuenta de que no sabes mucho y que todos los días aprendes algo más”.

Su excelencia lo hizo merecedor en 1994 del premio Luis Felipe Toro con la serie de retratos de músicos latinoamericanos, reconocimiento que valora por la proyección nacional que le atribuye. Mauricio asegura que además de la fotografía es un adicto a la cocina, al sonido del mar, al chocolate oscuro, a los viajes y a una buena lectura.

Está casado con una mujer maravillosa con la que tuvo dos hijos que, según él, son claramente la extensión de ambos. Siempre trabaja en sus retratos; también participa actualmente en un par de proyectos para apreciar al Cerro El Ávila desde algunos jardines privados de Caracas y en unas obras cinéticas fotográficas.

“Si me van a recordar, que sea viendo imágenes que yo haya hecho. Porque si eres recordado, es porque dejaste una marca positiva o negativa. Yo trato de hacer de mi visión una extensión de lo que hay más allá de un simple ángulo, la magia que se esconde detrás de algo visible”. A. T.

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