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http://www.tendencia.com/2008/punto-de-retorno/
Había una vez una Maracaibo sin teléfonos celulares o Internet, donde las telecomunicaciones se limitaban al clásico teléfono gris de Cantv, o aquéllos teléfonos públicos que primero funcionaron con monedas y luego con una novedosa tarjeta magnética que se perforaba mientras se consumía su saldo. Para encontrarse, la juventud debía lanzarse a la calle y “ruletear” la calle 72 de arriba abajo, a la espera de encontrar la diversión de la noche. Tener un carro era necesario para protagonizar la movida social. Era como una tarjeta de identificación. No existía el misterio del papel ahumado ni las obsesión actual por la inseguridad: simplemente eras “la del Fiat” o “el del Sierra”. Tiempos felices, cuando sólo se rumbeaba viernes y sábado, y cuando la mayor preocupación de la juventud era que en Maracaibo no había lugares a dónde ir.
Una de las paradas obligatorias era Da’Antonio, una venta de cepillados ubicada en la calle 72, cerca de la avenida Santa Rita, que se convirtió en el punto de encuentro por excelencia entre la juventud. Durante los ochenta, amistades y amores nacían con cepillado en mano y musicalizados por los equipos de sonido de los carros, que abrían sus maletas para demostrar el poder de sus decibeles.
La ciudad era el punto de encuentro y descubrirla era el juego predilecto por todos. Los jóvenes lo jugaban desde sus carros, saliendo eufóricos por las ventanas, haciendo “piques” y “picando cauchos” como si la vía fuera una pista carreras. En ese entonces, el peligro no era un agente externo o una contingencia de la que había que protegerse, sino que dependía del sentido de la prudencia de cada quien.
Los jóvenes y adolescentes que no tenían carro sencillamente caminaban para no quedar excluidos de la diversión. La única petición de los padres: “Apenas llegues a un lugar con teléfono avísame para saber dónde estás”. Sólo hoy podemos apreciar el disfrute que significaba ese derecho a no estar disponible, a no ser localizable con tan sólo presionar un botón.
Casi tres décadas después nos encontramos con una Maracaibo muy diferente, llena de locales nocturnos, diversiones y todo lo que esto representa. La ciudad de hoy nos resulta ajena. Nuestros autos son sólo instrumentos para llegar a nuestro destino. Vivimos ocultos tras sus vidrios impenetrables dejando a nuestro paso la estela del recuerdo de esos días cuando todos sabían quién era quién. La ciudad se hizo grande y sus integrantes se diluyen en el anonimato, tan propio de las urbes cosmopolitas, con la excusa del progreso.
Fotografías: Dondyk+Riga
Producción: Tendencia Maracaibo
Vestuario: Benetton.
Accesorios: Relojes de Swatch y zarcillos Oromalia y Roberto Coin de Joyería Mara.
Modelos: Amaya Briner de Foglio, Cristina Liebster de Camilli, Irene Jiménez, Iliana Lavado de Semprún, Ricardo Galué, Rossanna Pérez de Galué y Willy Neuman.
Estilismo: Manuel Calicchio, Betty Loaiza y Kelly Sánchez.
Agradecimientos: Francisco Javier Bracho, Gustavo Bracho Yépes, Eduardo Castellano, José Montiel, Oscar Soto y Yorg Pacheco