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En su mente un tiro perfecto. En sus manos firmes un putter que atesora desde hace diez años y cuyo sutil movimiento hace rodar, sobre el fino césped, una pequeña bola blanca rumbo al éxito. El suspenso llega a su fin, el hoyo tiene nuevo huésped, los aplausos cobran fuerza y con una reverencia Otto Solís les agradece los vítores. A este marabino de treinta y dos años esta historia le es cada vez más familiar. Su amor con el golf comenzó de pequeño cuando a los nueve años su papá, aficionado al deporte, le inculcó las nociones básicas: “Yo era un niño al que le gustaban mucho los deportes, jugaba béisbol, básquet y fútbol, pero con el golf fue como un encanto. Todos los demás deportes quedaron a un lado”. El mundo de los driver y los hoyo en uno lo enamoró, sin embargo, nunca descuidó sus estudios en Derecho y Administración de empresas: “Nunca pensé que sería un jugador profesional. Aunque daba lo mejor de mí en el campo y quería hacer mis mejores actuaciones, siempre estuve pendiente de desarrollar mis carreras.
Yo no espero que las cosas lleguen a mí, siempre busco que las cosas sucedan y ser golfista profesional ha sido sin duda un sueño cumplido”. Los inicios del fish –como lo apodan sus colegas– están llenos de éxitos, pues por tres años consecutivos se apoderó del primer lugar en el ranking amateur. Todo parece indicar que en el ámbito profesional el guión se repetirá. Actualmente es el líder del golf venezolano y su meta de competir en el campeonato mundial para profesionales en China está cada vez más cerca. De lograrlo, Otto se convertiría en el primer jugador que ha representado a la bandera tricolor en campeonatos juveniles, amateur y profesionales, no obstante, el camino a recorrer en este deporte donde el principal enemigo es el mismo golfista no es nada fácil: “Esta es una competencia interna para lograr un máximo desempeño. Es un deporte mental donde juegas contra ti mismo, contra tus miedos y con sólo tu confianza y tu optimismo a favor”. – A.B.