Italia tiene distintas y hermosas caras, como las de los diamantes más preciados del mundo. En esta ocasión, la vida nos llevó allí a mi madre y a mí en busca del pasado familiar y el reencuentro con generaciones anteriores.

NEMIROVSKY, Alex

Cualquier viaje en auto tiene sus particularidades y encantos.  Recorrerlo junto a una de las personas que más quieres lo inmortaliza en tu memoria. Esta aventura junto a mi madre fue por el sur de Italia, la tierra de nuestros ancestros. Cada familia tiene su historia y nosotros nos encaminamos en carro desde Roma a un pueblo llamado Rossano para descubrirlo.

En nuestro trayecto, atravesamos caminos montañosos con vistas hermosas y verdes en ruta a la provincia de Cosenza. Aclaro que las autopistas en Italia son de primer nivel y con perfecta señalización, una experiencia de lujo para disfrutar al volante y dejarse llevar por el viento.

Nuestra primera parada fue Nápoles, donde el caos de las motocicletas, la locura de sus calles, el amor a Maradona y la sombra imponente del volcán Vesubio se mezclan en un combo solo apto para valientes. Así llegamos a nuestra segunda parada, muy cerquita: Pompeya, donde visitamos el museo de los restos de la antigua ciudad. Vale la pena destacar que si el volcán erupciona, toda su furia se iría para la recordada metrópolis que en el año 79 D.C fue reducida a cenizas y conservada en el tiempo. Calles y calles de empedrado y casas enteras, que gracias a su buen estado ofrecen una experiencia única que transporta 2.000 años atrás.

Luego tocó el turno de la costa amalfitana, un lugar único para descansar y disfrutar del verano y la playa. Ciudades al borde de acantilados como Amalfi y Positano, con sus vistas hermosas, su gran ciudad y su acceso estratégico al mar; no deja de sorprendernos cuando nos cuentan sobre su gran poderío marítimo en el siglo IX. Fueron ciudades ricas y poderosas donde destaca la catedral de Amalfi con su estilo árabe normando. Dedico especial atención a la carretera estatal 163 que es el único acceso a estas ciudades, donde muchos se creen pilotos de Fórmula 1 corriendo al lado de un acantilado. Recomiendo, para disminuir gastos en el viaje, quedarse en la ciudad cercana de Salerno y pasar el día en Amalfi, Positano o Sorrento.

Como último destino llegamos al ansiado pueblo de Rossano, con orilla al otro lado de Italia y la tranquilidad de los pueblos de la montaña. La paz, la quietud y la buena comida no nos hace dudar por qué tienen la población más longeva del mundo. Llegando al ayuntamiento de la ciudad  y recorriendo los archivos originales del pueblo, con más de 100 años de historia, descubrimos el origen más secreto de nuestra familia: ¡Los mejores zapateros de la montaña!

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