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Luis Fernández, besando a la Princesa

Luis Fernández, besando a la Princesa

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Luis Fernández, besando a la Princesa

Revista

26 febrero, 2018

 

AMORETTI, Mauricio

“Conocí a Carrie Fisher en un otoño en Nueva York y desde entonces la amé, o debo decir la amé más, porque la amaba desde niño. Esa tarde naranja recuerdo que luché por conseguir una entrada para verla en su irreverente, provocador y cándido monólogo Wishful Drinking en Broadway, más específicamente en el Studio 54, ahora convertido en el teatro cuyo escenario me juré pisar hace años ya. En un punto de su recorrido autobiográfico, Carrie comentó que de ella se habían hecho múltiples artículos de merchandising, sacapuntas en los que le introducían el lápiz en el culo por debajo de la capa, botellas de champú que drenaban el líquido al decapitarla, y así… Recientemente, contaba, como estaba aburrida, se googleó a sí misma, como solemos hacer los actores, y encontró que habían fabricado una muñeca erótica inflable de la Princesa Leia, cosa que le resultaba muy oportuna, contando con la frecuencia con la que le decían ‘gofuckyourself’ en su vida. Ahora podía literalmente ‘fuckherself’. Pero le intrigaba si la muñeca inflable era tan mediocre como todos los productos que había ella originado, incluyendo su propia carrera artística, de modo que le urgía probarla. Para ello solicitó la ayuda de un joven del público. Evidentemente yo, que estaba en primera fila y había conectado con ella desde que subió el telón, fui el elegido. Una muñeca tamaño natural descendió de la tramoya. Ella me recibió en el escenario y de su mano pisé por fin el ansiado escenario del Studio 54. Siendo virgen, en mi solitaria adolescencia, fue la Princesa Leia recurrente en mis fantasías onanistas. De modo que, para no perder la ocasión, le dije que con gusto probaría a la muñeca pero, que no esperara de mí una erección ante 1000 espectadores. De hecho, continué, sentía que estaba en falta con ella porque después de tantos ‘happyendings’ en su nombre le debía al menos una llamada, una explicación, algo. Ella, ingeniosa y aguda, me dijo que en efecto le debía algo, y que si quería fornicar con la Leia sintética debía hacerlo llevando la poco favorecedora peluca de la princesa. Convertirse en un ícono no es malo, malo es hacerlo con ese peinado, decía. Y antes de cerrar el telón del primer acto, ella ‘me probó’, lanzándome sobre el sofá del set en un beso tan falso como la muñeca, pero de monumental importancia para mí. Como toda la gente que me gusta, Carrie era difícil y brillante. Encantadora en aquel encuentro en el escenario, que es donde casi siempre me suceden los grandes acontecimientos de mi vida, y fuera de él cuando la vimos sin el personaje. Volví a verla muchas veces y sin excepción la amé. Pero por encima de todo siempre voy a recordar ese momento en el que la Princesa Leia me hizo realidad un sueño”.