Entrevistas

23 febrero, 2015

Según la Real Academia Española, el término discapacitado describe a aquel “que tiene impedida o entorpecida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales, por alteración de sus funciones intelectuales o físicas”. Sin embargo, quien haya concretado esta definición no ha visto a Catire, un perro mestizo sin sus dos patas delanteras que juega, camina, come, ama y disfruta la vida como cualquier otro de su especie.

Él, con sus hermanos peludos de crianza Ruffo, Black y Nala, son unas de las 15 mascotas (12 perros y tres gatos) de la mirandina Ana González que, junto a su dueña, han impulsado un ideal por las redes sociales: Decirle no a la eutanasia animal por discapacidad.

Proyecto Nala, como se hacen conocer por las redes sociales, es una iniciativa que surge por la historia de una Golden Retriever, con dicho nombre, que González rescató con una amiga en Guarenas.

Gracias a la comunidad digital y su función multiplicadora, el destino de Nala se limitó a la amputación de una de sus patas traseras –consecuencia de una fuerte miasis– y, su considerada discapacidad, fue el empuje que necesitó su nueva dueña para emprender esta labor social sin fines de lucro que construye sillas de rueda con precios accesibles para los venezolanos.

Sillas de ruedas para todos

Cinco de las mascotas de González usan sillas de ruedas. Las primeras las compró en otros países por precios que oscilaban los 600 dólares. En vista de que muchas personas le consultaban cómo podían adquirir los aparatos y el costo los apartaba de la idea rápidamente, la rescatista decidió hacer su propia línea al alcance de todos. En abril de 2014 creó la primera y ya cuenta con alrededor de 100 hechas.

“Use las sillas que había comprado como modelos”, comenta González y explica que lo necesario para armar una (además de las medidas el animal) son ruedas de coche, bicicletas o carritos de mercado, tubos de metal o de PVC, tornillos, tuercas, hebillas, reata, manguera, aislante de goma para aires acondicionados, remaches, en algunos casos fibra de vidrio, soldadura o pegamento y pintura.

Quienes estén interesados, pueden solicitársela al Proyecto a través del correo proyectonala@gmail.com, donde se le indicará los requisitos mínimos; o pueden hacerlas por si mismos siguiendo los tutoriales que han subido en su canal de Youtube Proyecto Nala.

No obstante, la iniciativa busca expandirse hasta abarcar también las prótesis para animales. “Hace 23 años hice una prótesis en anime para una amiga que acababa de perder parte de su pierna. Con ella tuve acceso a un taller de prótesis muy por encima, pero me bastó para hoy atreverme hacer una de verdad para un perro”.

Con discapacidad pero con calidad de vida

Andreína Rodríguez y Lohanna Torres, médicos veterinarias y protectoras, sostienen que los animales asumen sus discapacidades mucho mejor a cómo lo hacen los humanos. Por lo que una amputación, en el caso físico, no significa un limitante en la vida de estos seres. Sin embargo, evidentemente la discapacidad es una realidad y significa que estos seres necesitan cuidados especiales.

Lo primordial según Melina Orozco Aislant, médico veterinaria, es evaluar conscientemente la situación de la mascota. “Hay que poner en una balanza el nivel de sufrimiento que pueda tener y la calidad de vida que realmente tendrá si se queda vivo en ese estado”. Si bien después de esto se determina que el animal vivirá bien, lo siguiente es destinar dedicación.

“El dueño debe tener tiempo, espacio, presupuesto y disposición para cuidarlo. Debe estar dispuesto, si es necesario, a no viajar por quedarse atendiéndolo, de cocinarle una dieta casera especial si la requiere, de darle una serie de medicamentos, de limpiar sus excrementos y asearlo a diario, buscar información acerca de si requiere ejercicios o fisioterapia, entre otras exigencias”, explica Orozco.

Las posibles complicaciones que surgen por la discapacidad, dependiendo de cuál sea específicamente, son fallas en la movilidad (lo que produce escaras por la inactividad), impactación fecal en los pliegues del recto, incontinencia urinaria o retención de orina, infecciones oportunistas en la piel, atrofia muscular o dolor crónico si no responde a analgésicos.

Por eso, entre los cuidados de los animales con discapacidad, González menciona el tener que vaciar, manualmente, la vejiga e intestino de la mascota si no puede controlar esfínteres. Con esto, se evita la devolución de orina al riñón, lo que puede provocar infecciones mortales.

Con respecto al uso de sillas de ruedas o prótesis, estas deberán usarse cuando la mascota “no pueda mantenerse en pie y desplazarse por sus propios medios”, indica Orozco. También, dependerá si los demás órganos y sistemas funcionen correctamente y la limitación sea solo motora. González recuerda que, de igual forma, estas herramientas son accesorios de uso temporal y bajo supervisión.

La líder humana de Proyecto Nala afirma que los animales se adaptan rápidamente al uso de este aparato. Más si se trata de una mascota activa o joven. Pero, la presentación del producto al perro o gato debe ser adecuada. Por ejemplo, se recomienda no hacer alborotos al ponerles la silla, pues podrían asustarse y sentir temor cada vez que la vean.

Eu-thanasía: la buena muerte

Las tres médicos veterinarias certifican que, según dictan los principios de la profesión, deben hacer todo lo posible para mantener con vida un animal. Pero, también es su responsabilidad aplicar la eutanasia a aquellos pacientes que lo requieren. “Nuestro juramento reza, entre otras cosas, que debemos velar por la salud y bienestar de los animales, aliviar su sufrimiento, así como también no permitir que un animal sufra si esta en un estado terminal o de agonía y proporcionar la eutanasia”, explica Orozco.

La eutanasia, proveniente del griego eu-thanasía que significa “buena muerte”, se indica a los animales con enfermedades terminales como cáncer, fallas múltiples de órganos o lesiones físicas imposibles de reparar que causen dolor y no puedan aliviarse con medicamentos. Por otro lado, es necesario en pacientes que presenten enfermedad viral terminal, como el mal de rabia, que podría propagarse a otros animales e, incluso, al ser humano.

Aunque su lema sea “decirle no a la eutanasia animal por discapacidad”, González reconoce que hay casos inevitables. “Pienso que la eutanasia en donde la agonía del animal promete ser muy larga, donde se sufre sin esperanza e inconsciencia, se debería considerar”.

Vale la pena

Tanto Torres como Orozco han sido testigos de las segundas oportunidades. La primera rescató una mestiza de Puddle a la que tuvieron que amputarle una pata trasera al nivel de la rodilla. Hoy, la perra actúa como cualquier otro can y está en búsqueda de una familia adoptiva.

Por su parte, Orozco recuerda la experiencia de un paciente que, a raíz de un arrollamiento, sufrió lesión grave por traumatismo en la columna vertebral que provocó parálisis total de sus patas traseras. Su rescatista se negó a eutanasiarlo, le hizo él mismo un prototipo de silla de ruedas y lo sometió a fisioterapias. Luego de casi un año, el perro volvió a caminar por su propia cuenta.

Como bien dice González, vivir con animales en estas condiciones le han enseñado “ver las fortalezas de mi prójimo y aprender de ellas”. “Una persona con discapacidad es más fuerte que yo en muchos aspectos, entonces aprendo de ella porque comprendo que mis discapacidades son otras. Alguien dijo una vez ‘La discapacidad no es otra cosa que nuestra incapacidad para entender que todos tenemos capacidades diferentes’”.

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