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-Su madre fue una destacada bailarina de ballet y danza contemporánea y su padre dirigió la Cinemateca Nacional en Venezuela. ¿Cómo influyeron el arte y cultura que se respiraba en casa durante su infancia?
-De una manera absoluta pero no obligada. No recuerdo a mis padres diciéndome o indicándome ‘tienes que leer esto, ver esto, vestirte de esta manera, ir a hablar con esa persona’. Jamás. Mi casa era un ir y venir de amigos de mis padres que pasaban por ser Isaac Chocrón, José Ignacio Cabrujas, Salvador Garmendia, Elisa Lerner o Adriano Gonzales León. Eran sus amigos, eran su núcleo. Es cierto que acompañaba a mi mamá a sus ensayos y la veía trabajar y entendía que ese era su trabajo o que mi papá siempre me permitía entrar a la Cinemateca y me fascinaba el olor de las butacas y la madera y que se proyectaran allí películas que con los años entendí su importancia. Pero para mí era mi infancia, un patio de recreo, un cúmulo de cosas fascinantes que me hacen recordar mi infancia como muy feliz. Y muy personal.
-Usted es el segundo de tres hijos. ¿Sus hermanos también fueron atraídos por las artes en alguna de sus facetas?
-Absolutamente. Son incluso mucho más artistas y sensibles que yo. Mi hermano mayor, Rhazil Izaguirre es uno de los más reconocidos diseñadores de iluminación de Venezuela. Puede iluminar la represa del Gurí con el mismo acierto y romanticismo que Madame Butterfly. Y mi hermana Valentina es una mujer volcada a la producción de publicidad con una envidiable capacidad de gestión y solución. Quiero mucho a mis hermanos a pesar de que en algún momento haya sido un poco insoportable para ellos.
-¿En qué momento de su vida decide convertirse en una figura mediática?
-No creo que tú lo decidas, sino que es lo mediático quien lo decide. A Cabrujas le horrorizaba que yo acudiera al programa de Cállate Sicilia porque me decía que esa no era la fórmula para ser respetado como autor. Probablemente tenía razón, pero yo no podía evitar disfrutar con Sicilia e ir a su ahora mítico programa vestido con bermudas blancos y blazer azul marino y hablar con mi especial estilo y encandilar a la audiencia. Desde ese momento he entendido que ante las cámaras yo soy una persona y escribiendo soy una voz y, sobretodo, un autor también con un estilo muy identificable. He compaginado ambas cosas por casi 25 años y en varios países como Venezuela, España y ahora Estados Unidos, así que pienso que hice bien en no hacerle tanto caso a José Ignacio, al menos en ese aspecto.
-Escritor, guionista, columnista y presentador de radio y televisión. De todas sus facetas artísticas ¿De cuál se enamoró primero y cuál es la que más le gusta?
-Soy un escritor. Me parece que todas las disciplinas que han mencionado tienen que ver con la escritura. Un presentador muchas veces tiene que narrar una situación o al dar su opinión también está escribiendo una crónica. Pero reconozco que lo primero que fui fue columnista. Mi primera columna en El Nacional la escribí con 16 años. Y tuve la suerte de poder asumir a esa edad que eso era lo que quería ser para el resto de mi vida. Mi columna en El País, en España, La Paradoja Y El Estilo no me da mucho de comer pero me mantiene vivo. Y vigente.
-¿Hay alguno de sus trabajos literarios o guiones escritos que recuerde o lo haya marcado de manera especial?
–Villa Diamante es la novela que me hizo escritor porque fue Finalista del Premio Planeta, que es el segundo premio más dotado del mundo después del Nobel y el más importante en español. Siempre supe que esa visión de Venezuela desde los años treinta hasta 1989 iba ser una lectura apasionante sobre todo para quienes no fueran venezolanos. Y por eso la quiero mucho.
-¿Qué es lo que más le llena dentro de este mundo de los medios?
-Saber que estoy en contacto permanente con la gente, con lo que les sucede, lo que les interesa, lo que les emociona. Me encanta la televisión porque es el gran medio de comunicación. Lo reúne todo, te gusta y te disgusta, la quieres y la amas y así es como yo entiendo la vida. Con algún que otro término medio, por educación sobre todo, pero siempre tendiente a la pasión, el arrebato, la emoción.
-¿Quiénes son sus grandes inspiraciones dentro de la literatura?
-El propio Cabrujas e Isaac Chocrón y Adriano Gonzales León y Salvador Garmendia y también Caupolicán Ovalles, siempre me fascinó su sentido del humor. Y lo guapo, también. Y mi propio padre, siempre digo que escucharle teclear en su máquina de escribir cada mañana fue la influencia absoluta para que yo quisiera hacer lo mismo. En mi adolescencia me dejé seducir por la literatura anglosajona y en especial por Wilde, Fitzgerald, Evelyn Waugh y Truman Capote y Tennessee Williams. Y Nabokov. Y ya no tuve regreso.
-¿Qué lo motivó a dejar su Venezuela natal?
-Me contrató una productora independiente en Santiago de Compostela, Galicia, para adaptar un clásico de la literatura regional y hacerlo una telenovela. Nunca llegó a realizarse, pero en el ínterin conocí a Rubén, mi marido, hace 23 años y creo que fue su carácter, su personalidad y el inmenso amor que nos tenemos lo que me hizo quedarme en España. Sin duda España ha retribuido mi amor con un éxito y un desarrollo personal que no pudo hacerse en Venezuela. Hay que verlo como algo maravilloso. Llegué a España en el año que se cumplían los 500 años de nuestro descubrimiento, así que tomémoslo como que fui a devolverles la visita.
-¿Volvería a vivir en su país?
-Una vez dije que me gustaría volver a Venezuela pero igual que Guzmán Blanco: Cien años después. Y directo al Panteón Nacional.
-¿Cómo lo ha acogido España, país en el que decidió radicarse y a qué atribuye el éxito alcanzado allí?
-España me lo ha dado todo, incluso su nacionalidad. Pero siempre me gusta decir que el éxito ha sido mutuo. Para España es genial tener alguien como yo, que rompo tantos moldes sobre lo que se considera tradicional de ese país. El machismo, la intolerancia, el racismo. Yo soy la prueba viviente de que España no es una sociedad machista ni intolerante ni mucho menos racista. Y yo fomento esa idea y también la que enamorarse de un español es lo mejor que te puede pasar en la vida. Y entre una cosa y otra está el sentido del humor. España es el país más divertido del mundo, no hay duda. Y yo me he alimentado de ese humor, ese sarcasmo, todo lo que he podido. Poniéndole también mi picantico caraqueño.
-En muchos medios lo referencian por sus apuntes graciosos o por su particular sentido del humor para decir las cosas. ¿Qué temas aborda seriamente, hacen reflexionar e inquietan profundamente a Boris Izaguirre?
-Me preocupa la deriva del Gobierno de Nicolás Maduro. No creo que sus votantes merezcan vivir en un país con una de las inflaciones más altas del mundo, abrumados por el desabastecimiento, obligados a hacer colas por alimentos básicos, encerrados en sus casas por una inseguridad desbordada y viendo como el petróleo se desploma en precios sin que ningún político haga algo porque no dependiéramos enteramente de él cómo país.
-Usted fue una de las primeras figuras públicas venezolanas en hablar abiertamente de su sexualidad sin hacer caso al tabú sobre el tema. ¿Qué lo motivó a dar ese paso?
-Me di cuenta a muy temprana edad que a los heterosexuales les fascinaba mi tranquilidad con mi propia sexualidad. Con los años esa fascinación llegó a generar interesantes pasiones. Y eso me hizo sentir como un embajador de lo altamente positivo que es estar en paz con tu sexualidad.
-¿Qué piensa de la actualidad de los medios en Venezuela?
-Uno de los grandes errores del chavismo es su excesivo control sobre los medios de comunicación. Estoy educado para defender la libertad de expresión por encima de todo. Muchas personas escriben cosas realmente agresivas hacia mi persona, la mayoría de las veces haciendo burla a mi sexualidad y prefiero no responderlas pero jamás se me ocurriría prohibirlas o presionarles. Me parece más valiente escucharlas que acallarlas.
-¿Qué otra carrera profesional le hubiese gustado —o le gustaría— ejercer?
-Oh, qué buena pregunta. Creo que hubiera sido un gran espía, como Rosalind Fox, la protagonista de mi última novela, Un Jardín Al Norte.
-Brevemente ¿Cómo es un día corriente en la vida de Boris Izaguirre?
-Me levanto siempre a las ocho y media. Es tarde, lo sé, pero mentiría si dijera que lo hago antes. Rubén lo hace media hora antes así que él me sirve el desayuno y muchas veces en la cama. O sea que todos los días me despierto enamorado y atendido. A partir de ese momento mi vida es distinta. Y muy feliz.
-¿Algún deseo por cumplir?
-Me encantaría adelgazar. Pero no sé si cinco o seis kilos. Tendría que comprarme ropa nueva que es algo que Rubén me tiene muy controlado. Últimamente todo el mundo me celebra atuendos que pueden tener fácilmente 15 años en mi closet.
-¿Cuál sería la Venezuela ideal de Boris Izaguirre?
-Me conformaría con que dejara de ser un país subdesarrollado.