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Tania Sarabia, un espíritu que no envejece

Tania Sarabia, un espíritu que no envejece

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Tania Sarabia, un espíritu que no envejece

Perfiles

1 julio, 2013

CAMACHO,Álvaro

La experiencia que los años frente a la cámara y al público le han dado a Tania Sarabia se evidencia en su tono de voz sereno, como si se tomara la vida un minuto a la vez, sin las pretensiones juveniles de abarcar el mundo con sus manos. Para esta caraqueña, rostro de innumerables personajes que a lo largo de estos 36 años de carrera ha traído a la vida, las tablas fueron su primer escenario y el público su primer juez.

Comenzó muy joven, guiada por una curiosidad insaciable por la interpretación que José Ignacio Cabrujas supo explotar por primera vez en 1976, cuando le dio el papel de Purificación Chocano en Acto Cultural, obra de teatro que hizo las veces de flecha de cupido y que la tienen hoy enamorada de esta profesión como si siguiera viviendo las emociones desde una óptica adolescente. Sin embargo, ni siquiera debutar en la actuación de la mano de Cabrujas se compara con el reto que asumió cuando decidió darle la batalla a un cáncer de mama que le fue diagnosticado en el 2001 y que hoy, 12 años después, la ha convertido en un agente de cambio junto a la fundación Senos Ayuda, de la cual es miembro activa con una historia que no se va a cansar de contar porque mantiene firme la esperanza de concientizar sobre el chequeo mamario temprano en las mujeres que, como ella alguna vez sintió, no creen que puedan llegar a padecerla.

Hace un año la misma enfermedad se llevó a una de sus amigas más cercanas: “La muerte de Lourdes (Valera) me pegó mucho porque éramos muy unidas. La lloré como a una hermana”. Por eso, a manera de catarsis, de terapia o simplemente de contraataque desde su zona de comodidad, Tania volvió a tomar el teatro como salvavidas para reírse del cáncer con su monólogo Esa costilla de Adán estaba piche, con el que fusiona su testimonio de vida con una mezcla de “conciencia con diversión” desde el mismo escenario que se ha convertido en un caldo de cultivo para todo tipo de anécdotas: ataques de risa en vivo cuando no había que reírse o caídas del escenario hacia el público son ahora material de bromas en las reuniones familiares.

Cuando se quita el traje de actriz y se viste de mujer, le encanta cocinarle a su hija y a sus nietos; le encantaría incursionar en el cine o en proyectos con Leonardo Padrón, pero mientras eso pasa, se refugia en su tiempo libre en las historias de Sándor Márai, autor húngaro que nutre su imaginario, ese que hoy, a pesar de su edad y su trayectoria, la mantienen tan vigente como el primer día. M.G.V.