7 agosto, 2023
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CAMACHO, Álvaro
Quien se detiene un momento para buscar rostros jóvenes entre los políticos actuales de una Venezuela que padece de fuga de cerebros, seguramente verá en primer plano a Yon Goicoechea. Desde que en una aula de clase admitiera de niño que quería ser Ministro de Economía a la infaltable pregunta sobre su futuro, la política ha sido su herramienta para cambiar las realidades que no le gustan. La cara de este abogado caraqueño de veintisiete años es una de las más conocidas desde sus tiempos como estudiante de derecho en la UCAB, donde se convirtió en uno de los principales organizadores del Movimiento Estudiantil Venezolano, aquel que figuró en 2007, cuando la opinión pública se concentraba en una reforma constitucional. Pero detrás del traje de político, está Yon, el padre, esposo y descendiente de emigrantes vascos; un activista que cree en la juventud venezolana, que atesora a su familia y amigos: “porque son quienes no dejan que la política te convierta en un monstruo”; el que a la vez es aficionado a la natación, practicó teatro cuando su vida estaba alejada de las cámaras y que quiere quedarse para ver cómo Venezuela se convierte en un mejor país. “Si empezamos ahorita, terminamos antes” dice convencido y con un dejo de nostalgia para dar lugar a su propuesta de país: uno que se integre en un proceso de perdón social. Yon no cree en el cambio inmediato ni en el despertar milagroso que se espera tenga Venezuela la mañana del 8 de octubre, pero sí está convencido de que “hay demasiadas cosas por cambiar como para no hacer nada”. En una época en que la política no hay que buscarla porque ella misma llega a cada casa, Yon le abrió las puertas a los quince años, cuando asumió la presidencia del centro de estudiantes de su colegio. Desde entonces no se ha detenido y hoy por hoy es aliado de resonantes figuras políticas. A pesar del carácter polémico que suelen tener sus declaraciones, este joven político, columnista y conductor de radio, anhela un país que le brinde la oportunidad a venezolanos y extranjeros de vivir y trabajar en paz; un país que recupere la misma política de brazos abiertos que tenía cuando refugió a los europeos y suramericanos que llegaron huyendo de guerras y dictaduras. Un país al que puedan y quieran volver todos los amigos que Yon ha visto partir y que, como él, desean que Venezuela recupere el brillo de sus ocho estrellas. M.G.
