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“Esta es la historia de un chico de trece años que inicia un viaje por la costa de Venezuela y, para lograr sobrevivir, reinventa una y otra vez su propia historia en la tragedia del deslave que le arrebató a su madre…”, así nos introduce la directora Marité Ugás a su más reciente largometraje: El Chico que Miente. Originaria de Lima, Perú, escogió a Venezuela como su segunda casa hace veinte años al terminar sus estudios de Cine en la escuela de San Antonio de los Baños, Cuba: “Era el año 1991 y el país de América Latina que más acogida podía dar a un grupo de jóvenes que quisieran formar una empresa de cine era Venezuela”. Hermanados por el séptimo arte nació Sudaca Films, la productora desde la que parten sus proyectos, entre ellos su primer largometraje La Media Noche y Media, filmado entre La Guaira, el puerto del Callao y el casco central de Maracaibo para recrear a un pequeño pueblo imaginario donde viviera su protagonista, una niña que, segura de que el cambio de siglo significaba el fin del mundo, huía por la amenaza de una ola gigante. A punto de ser proyectada en el año 2000, el deslave de Vargas pospuso su estreno en el país: “El largometraje fue una especie de premoción porque efectivamente llegó la ola que temía nuestra protagonista pero no del mar, sino de las montañas”. El haber filmado en Vargas meses antes de la tragedia le sirvió de punto de partida en El Chico que Miente. Filmada al estilo de una “road movie”, el rodaje le reafirmó que el trabajo previo y meticuloso siempre rinde frutos. “Sabíamos los lugares dónde íbamos a grabar y a qué hora específica para capturar la mayor belleza posible de los paisajes. Los resultados son contundentes en la pantalla grande. La idea era trabajar a un ritmo que invitara a la reflexión sobre el viaje de un chico que al final es la metáfora de un viaje por un país, registrando las grietas del territorio y la gestualidad del venezolano”. La película ha sido la primera de origen venezolano que compite en el festival de cine de Berlín, mejor conocido como la “Berlinale”. Para ella tal logro no es venezolano ni peruano: es latinoamericano. “Uno termina siendo parte de todo y representando a América Latina. Mi historia cinematográfica ha sido de mucho viajar. De pronto filmo en Argentina y a la semana siguiente estoy en México. La empresa tiene sede en Caracas y visito mucho Perú. Habiendo estudiado con personas de tantas partes, me da la sensación de que llego a cualquier país del continente y tengo amigos allí. En el fondo siento a Latinoamérica como mi casa”. A.B.