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Era la perfecta ama de casa, casada y con tres hijas, hasta que un día sintió que había un espacio vacío en su vida que no lo llenaba ni el trabajo ni la familia. Ni ella misma sabía lo que buscaba, sólo sabía que tenía una inquietud a la que llamó “ser mujer» y una necesidad de llenarla. Así comenzó el crecimiento personal de Zureya Queipo. De Cabimas partió a Estados Unidos para estudiar Arte y al regresar a Venezuela, se graduó en Administración de Empresas, sin embargo, ello no le bastó, al sentir que casarse y multiplicarse no era lo único que definía su vida. “Empecé a hacer yoga, a leer libros de autoayuda y a estudiar en Caracas Renacimiento. Después de un año llegué a un descubrimiento tremendo: no tenía idea, habiendo nacido mujer, de lo que significada serlo. Con técnicas de crecimiento personal aprendí a entender la esencia femenina, a ser congruente entre lo que dices y haces”. Las lecciones decidió compartirlas mediante conferencias como motivadora, tutora de Proyecto Internacional de Autoestima y Liderazgo, y como fundadora de la Escuela de Mujeres Sabias: “Las mujeres nos pusimos los pantalones y se nos ha olvidado llevar las faldas. Eso no quiere decir que para volver al equilibrio debemos quedarnos en casa y no ir a la consecución de nuestros sueños”. Zureya sirve hoy en día de guía para toda una generación que creció sin diferencias de géneros a la hora de soñar logros: “En la Escuela de Mujeres Sabias lo que encuentran es una reconexión con su esencia. Son mujeres que crecieron viendo a mamá como ama de casa, y a su padre, como un trabajador con liderazgo. Crecieron queriendo ser como papá y esas mamás, amas de casa, fueron un impulso porque siempre les decían por debajo de la mesa: ‘Estudia, haz algo, no te quedes allí, tú puedes ser una profesional’. A todas ellas, Zureya les brinda una oportunidad de auto-validarse: “Ser mujer es sentirse plena con lo que eres y eso no quiere decir que lo tengas todo. No necesitas que otra persona te valore o te dé aquello que andas buscando. Estamos acostumbradas a estar en el último lugar, primero los hijos, la familia y el trabajo, y eso sólo nos hace infelices. En la Escuela de Mujeres Sabias se dan su puesto, reconocen su persecución de metas y a no seguir posponiendo los sueños. Un día me planteé ¿cuál es el mejor legado que quiero dejarle a mis tres hijas?, Es que sean felices y ello sólo se logra valorándose”. A.B.
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