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Adolfo Franco, el cieguito del aeropuerto

Adolfo Franco, el cieguito del aeropuerto

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Adolfo Franco, el cieguito del aeropuerto

Perfiles

1 marzo, 2009

DONDYK+RIGA

Bautizado como el “juglar de Maracaibo”, Adolfo Franco se ubica religiosamente de lunes a viernes, a partir de las seis de la mañana, en el área central del Aeropuerto Internacional La Chinita para entretener al público con boleros y música venezolana. Interrumpe su canto cada vez que la voz principal del aeropuerto debe anunciar los vuelos, y memorizó la salida de cada uno para fortuna de los viajeros despistados, ya que entre canciones reitera, sin errores y con más claridad que los altoparlantes, el llamado a abordar de cada aerolínea y la puerta correspondiente. Cuando está de buen humor canta algún paso doble de Memo Morales, deleitando a sus amigos de los cafés, la librería, la farmacia y los puestos del recinto, quienes cada mañana lo reciben con un cordial saludo. La infraestructura del aeropuerto es bondadosa con él y le regala el buen eco que permite a su voz llegar lo más lejos posible: “Canto en el aeropuerto porque llego a gente de cualquier clase, importantes, de sociedad y hasta de la farándula. Puedo cantar a cualquier persona del mundo a cambio de aplausos, aunque algunas personas me premian con dinero. Hubo un gringo que me dio cien dólares después de escucharme. Hay pasajeros frecuentes que cada vez que vienen me saludan y me piden canciones, así como también hay a quienes no les gusta mi voz… debe ser porque amanecen de mal humor”. Nacido en Coro, llegó con cuatro años a Maracaibo y desde temprana edad comenzó a cantar en sitios públicos como fuentes de soda, bares y hoteles, luego de descubrir su pasión por la música en la Asociación Zuliana de Ciegos: “Mi ceguera es desde nacimiento por eso creo que el Señor no me quitó nada. Si me llega algo de luz puedo ver una silla a lo lejos o una mujer; si es joven hasta me atrevo a decirle un piropo. La hora también la puedo adivinar… Ingresé a los ocho años a la asociación donde aprendí a escribir y a leer braille, pero lo que más me quedó fue la música. Descubrí que mi trabajo era el canto; esta es la profesión que Dios me dio”. Su voz le ha regalado momentos inolvidables como el día en que el salsero Oscar D’León lo invitó a compartir escenario en uno de sus conciertos: “Llegó al área de vuelos nacionales y al escucharme me dijo: ‘¿Usted es el cantante?, entonces es mi colega’. Al otro día me fue a buscar a la casa para ir a cantar al Teatro Baralt. Canté a dúo con su orquesta; nunca olvidaré los aplausos de aquella noche. Sé que en cualquier parte donde Dios me indique, cantaré bien. Ahora es cuando hay Franco para rato, como debe ser”. A.B.