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Ante los ojos atónitos de sus padres y maestros, Juan Eduardo ha ido sorprendiendo a todos con su especial habilidad dentro del arte de las manos vacías. A sus ocho años la cinta negra es suya y con ella obtuvo el título de sensei, un adjetivo adquirido con base en lucha, victorias y unas cuantas medallas ganadas. En casa desconocían que entre ellos vivía un karateca hasta hace cuatro años, cuando en el preescolar recibió nociones de este deporte y mostró aptitudes poco comunes en los niños de su edad: “Nosotros no sabíamos que en la tarde le estaban dando clases de karate y a los tres meses se comunicaron con nosotros para informarnos que tenía talento.
Nos comprometíamos a llevarlo a los entrenamientos y a tomarlo más en serio. En la familia nadie lo practicaba, ni conocíamos lo que era el karate siquiera”, cuenta la mamá de este interactivo niño que pierde la timidez cada vez que se ajusta el karategi y con sus manos firmes asume posición de combate. Sus maestros en Budokán Zulia guardan esperanzas en él y saben que es otro con el uniforme blanco: “Hay algo muy fuerte en su personalidad que aflora en cada pelea. Se siente seguro de lo que hace y está consciente de sus virtudes. No es que sea otra persona, es que su verdadero yo sale a relucir”.
La trayectoria de Juan Eduardo es ya un récord pues a los siete años se convirtió en el niño más joven en llegar a la cinta negra, el nivel más alto del pedestal del karate. En la academia y en casa reconocen su título de sensei sin olvidar que sigue siendo un niño al que le encanta el fútbol, hace sus tareas y comparte con sus amigos. Sus padres han puesto su granito de arena en el éxito que apenas se delinea en el futuro de Juan, sin embargo, ambos coinciden en que el resto, la actitud y el talento, es todo de él. Su sueño es llegar a competir en las olimpíadas ya sea con el karate –en vías de convertirse en competencia oficial– o con la esgrima, un deporte que le enamora y que en unos años seguramente su inquietud le impulsará a practicar. No cabe duda que en un futuro se sabrán buenas noticias de este pequeño prodigio. A.B.