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Para esta doctora los obstáculos no existen y el pesimismo pocas veces pasa por su mente. No hay nada más confiable que una profesional que ejerza la Medicina con esa convicción. Graduada en la primera promoción de La Universidad del Zulia en la carrera de Nutrición, Hazel Anderson es un ser humano que nunca se da por vencido. Recuerda cómo el entusiasmo de su padre terminó por encaminarla hacia su destino, venciendo las duras pruebas que le impuso la vida. Durante dos años Hazel debió ser operada cada tres meses por una enfermedad congénita, sin embargo, tal prueba no detuvo sus planes. De hecho, la adversidad le dio fuerzas para seguir adelante y aprobar con excelencia sus materias: “Quería estudiar Medicina, pero quedé en lista de espera.
En esos días salió en la prensa que buscaban bachilleres para la Facultad de Nutrición y cuando mi papá vio la noticia fue lo mejor del mundo, pues ésa era la mejor carrera en Estados Unidos, su país natal. Su emoción me animó a intentarlo. Lo admiraba tanto que me dediqué a estudiar sólo para dedicarle la carrera. Lamentablemente, justo cuando iba a graduarme él falleció. Desde ese día cumplo la promesa de ejercer la profesión que tanto le enorgullecía”. En su especialidad de Nutrición Clínica y en su vida familiar Hazel aplica la misma dosis y sigue viendo solamente el lado bueno de las cosas: “ Siempre he sido muy positiva”. Es una orgullosa madre de tres hijos, pero aclara que a uno de ellos es a quien verdaderamente le dedica gran parte de su esfuerzo: “Mi segundo hijo tiene Síndrome de Down y es simplemente un chico ejemplar. Es el consentido de todos”.
Al igual que con su familia, Hazel cuida con el mismo ahínco a sus pacientes, más aun luego de su paso por el departamento de Cuidados Intensivos del Hospital Coromoto: “Me esforcé en el área de quemados luego de que un día, en mi rutina diaria de pasar por todos los cuartos para definir la alimentación de los pacientes, noté el descuido de una enfermera hacia ellos. Para mí eso era inconcebible, esos eran los pacientes que más atención necesitaban y a los que no podíamos dejar solos”. El cariño hacia sus pacientes es recíproco. Fotos de niños recuperados que hoy adultos sanos, son exhibidas con orgullo cual medallas de honor en su consultorio, a la espera de muchas otras más que signifiquen para Hazel el tesoro de haber ayudado a otro ser humano. – A.B.