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A modo de broma se les bautizó como los “Menudo de la gaita”, sin embargo, este grupo de amigos del colegio Los Robles llegó a tomarse tan en serio su pasión por la música que lograron lo que en los ochenta se veía imposible: llenar locales nocturnos valiéndose de la gaita, a pesar de ser tan jóvenes. Gustavo “Gusi” Baptista, Juan Manuel Burgos, Luis y Javier Parodi, Javier “Javierín” Castillo, Carlos “Charlie” Baptista y Luis Giusti recuerdan con cariño aquellos diciembres cuando se paseaban de casa en casa con sus instrumentos para entonar las gaitas de moda ante quienes serían su primer y más exigente público: sus padres, familias y novias: “Fue una etapa de mucha diversión. Todos éramos muy jóvenes y a Luis –que era el mayor con veinticinco años– le tocaba pedir permiso a todos los padres para que nos dejaran tocar en los amaneceres y parrandones. En 1983 la gente de nuestra edad no estaba acostumbrada a escuchar gaitas, le parecía algo antiguo, no estaba de moda. Así que el primer logro de Pa’tiya fue romper con ese esquema. Logramos que a la gente le gustara escucharla en lugares como el Club Naútico y el Rollertec. Si bien no era el sonido más profesional, teníamos mucha personalidad. Mucho swing”. Animados por su entorno, Pa’tiya decidió probar suerte y formalizar su hobby compitiendo con los grandes conjuntos del momento en el Festival Regional de la Gaita en 1987. Para ello, necesitaban de una gaita inédita y la fortuna tocó a su puerta de la mano de Arcadio Martínez, compositor de la famosa Pa’ que Luis: “Él nos consiguió una gaita de un amateur que era chofer de camiones. La canción se llamó Rafucho y había quedado tan buena que la gente creyó que estaba compuesta por un profesional. Quedamos entre los diez finalistas y a partir de allí nos dedicamos a buscar gaitas con compositores que nos apoyaron muchísimo, como Astolfo Romero y Rafael Sánchez”. De amateurs pasaron a profesionales al grabar su primer disco homónimo en 1988 y su continuación al año siguiente con La Calle. Pese a su evolución, cada integrante tomó rumbos diferentes a la música hasta convertirse en profesionales exitosos que hoy emprenden un reencuentro como tributo a uno de los suyos: “Uno de los compañeros más fervientes, Antonio “Tony” Allen falleció hace unos meses, y él era sin duda el más Pa’tiya de todos. Siempre que nos veíamos su único tema de conversación era ¿cuándo tocamos otra vez?. Para él fue su mejor época, y ahora queremos rendirle honores en este diciembre. De que va el reencuentro, va”. A.B.

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