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Gregorio Pacheco era un arquitecto canario quien, tras unas vacaciones en Venezuela junto a su esposa, decidió sentar bases en este país tropical. Habiendo hecho carrera por más de veinte años en el área de inspección y auditoría de obras del Banco Maracaibo e Hipotecario del Zulia, ancló con un negocio propio: “Estaba yo marcado para ser empresario”, producto de una necesidad percibida durante su experiencia en construcción en toda Venezuela: la falta de revestimientos duraderos.
Los primeros cuñetes de Pinytex, nombre que asocia la razón de ser de esta empresa de pinturas y texturas, fueron elaborados en el garaje de los Pacheco, con el asesoramiento de un experto químico. Poco a poco la materia producida se adhería a las edificaciones de Maracaibo, que aún tras veinte años de su aplicación, cuenta la historia del crecimiento de esta empresa hecha con esfuerzo familiar. Veintidós años más tarde, Pinytex cuenta con una gama de más de mil colores para vestir paredes, y una serie de revestimientos termoplásticos, texturizados y emulsionados, todos producidos por mano de obra local, en un taller local. De aquí circula lo necesario para recubrir el Occidente del país, donde están al frente y proyectan establecer algunas sedes.
La tenacidad y constancia de Gregorio está plasmada en sus hijos, Rosmen, responsable del mercadeo, Artemy, abogado de la empresa, y Semidan, innovando fórmulas en el laboratorio, que luego pasan al amplio stock de Pinytex. Su fundador comenta: “es una simbiosis, pues fabricamos el producto y prestamos el servicio de aplicación”. Es así como se ha erigido una marca con calidad de exportación, garantizada en obras explayadas a lo largo y ancho de la cuidad y sus alrededores, cuya imagen, impecable, es la mejor evidencia de la fórmula de los productos Pinytex: trabajo, experticia y dedicación. E.R.