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Aunque diferentes, la alta costura y el prêt-à-porter no deben verse como antagónicos. Ambos se complementan y el uno siempre necesitará del otro. Existen entre ellos una relación simbiótica perfecta.
Alta Costura vs. Prêt-à-Porter
Hace unos meses estaba parada frente a mi tienda cuando un vigilante del centro comercial se me acercó formalmente a preguntarme si las palabras escritas en la vidriera correspondían al francés y que significaban. Imagínense la dualidad de mis sentimientos, por un lado, me conmoví al ver a un hombre con tal grado de cultura haciendo de “guachimán”, y por otro lado, me impresionó su modesto interés ante las explicaciones que le di acerca de lo que es el prêt-à-porter y por qué se diferencia de la alta costura.
Alta costura es exclusividad, el Prêt-à-Porter producción en serie
La exclusividad
La “alta costura” es considerada como la gran reina, la consentida del mundo de la moda. Siendo como tal, exclusivamente para mujeres, se trata de un proceso 100% artesanal (todo debe ser hecho a mano) en el que cada modelo, previa toma de medidas, es elaborado con exclusividad para una sola mujer.
Este termino se formaliza en 1868 cuando se crea la Cámara Sindical de la Costura Parisina (tuvo entre sus precursores a Gastón Worth) para monitorear el trabajo de sus miembros. Pertenecer a ésta, es el mayor honor en el mundo de la moda; hoy es sólo compartido por 24 casas entre las que están Dior, Chanel, Ungaro, Givenchy, Lavin, y el último en ser aceptado fue Christian Lacroix. Estas firmas deben cumplir requisitos tales como emplear al menos a 20 personas en sus talleres, presentar dos veces al año entre 68 y 75 modelos originales que, bajo ningún concepto, deben ser vendidos en tiendas sino adaptados o reelaborados en versión única a la medida de la que será su dueña. No es de extrañar entonces que cada modelo amparado bajo esta cámara cueste a partir de 40 mil dólares.
Sin embargo, visto de manera más amplia, menos restrictiva, este término también se emplea cuando el proceso se realiza en forma directa, cuando existe una estrecha relación entre el creador y la mujer que llevará el traje, cuando el modelo es único y requiere de toma de medidas. Y cuando para terminarlo se necesitan al menos de tres pruebas, generalmente mientras es más elaborado mayor es el número de pruebas.
La gran preocupación en los últimos tiempos al respecto, es que en el mundo cada vez hay más “couturiers” para menos clientas. La proporción era en 1995 de 2.000 compradoras capaces de pagar, al menos, 15 dólares por cada vestido (precios que por supuesto no son aplicables en nuestro territorio sino, ya tuviéramos un Mercedes nuevo).
Producción en serie
Ahora bien, el prêt-à-porter es un proceso más industrializado (muy ligado a la aparición de la máquina de coser), que triunfa definitivamente en 1960 y que deriva su nombre del “ready to wear”. Lo que antes era considerado “producción en masa” (confección utilitaria que no guardaba relación con la estética y la moda) comienza entonces a formalizarse y a industrializarse a un precio más seductor que aquel de la alta costura.
Pierre Cardin fue el precursor al presentar sus modelos en un gran almacén de París. Luego llegarían jóvenes talentos como Cacharel, Daniel Hechter y Gérard Pipart, quienes teniendo en cuenta conceptos como “tecnología” y “marketing”, cambian definitivamente el rumbo de la moda mundial.
En el plano criollo, establecemos las diferentes formas de trabajar de un diseñador a través del empleo de estos términos. Y aunque ninguno ha tenido hasta ahora el honor de ser miembro de la Cámara Sindical de la Costura (algún dia… ¿verdad?), podemos disfrutar de un “Ángel Sánchez Couture” con una escala de precios mu diferente a sus otras líneas, más accesible para la mayoría de los mortales; o apreciar dos veces al año las colecciones de Mayela Camacho, la reina de prêt-à-porter en Venezuela. Sin olvidar el legado que en el campo de la alta costura nos dejó el gran Guy Méliet.
En todo caso la mayorías de los diseñadores en Venezuela aunque comenzamos trabajando a la medida, proceso que nos permite adquirir gran experiencia y que deja gratificaciones que no cambiarán por nada del mundo, terminamos desarrollando nuestras propias líneas de prêt-à-porter, bien sea porque hacemos trajes de novia o de fiesta en serie o zapatos… no sólo porque es nuestra simplificada y, por ende, más barata de lo que es nuestro trabajo de alta costura, sino porque a su vez, desenvolvernos en estos campos de la moda forma parte de esta gran inquietud, de esta perenne y omnipresente inquietud conocida como proceso creador.
Por Ana María Rincón Canaán
Fotografías: Dondyk+Riga