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Conectado con Maracaibo
Creció en una ciudad abrazada por un lago tan inmenso como la fe de su gente, la Maracaibo colonial trajeada de gala y colores dibujados de forma asimétrica en mantas guajiras tejidas con las manos áridas de nuestros orígenes, esa se convirtió en la inspiración de la técnica principal de Wilmer, incisiones de color pintadas con cuchillos.
“En 2003 logré entrar a la escuela de Louvre que fue por la cual estudié en una preparatoria de francés bastante rigurosa, en una clase con un profesor de arte contemporáneo, el conservador en jefe del Centro Pompidou del Museo de Arte Contemporáneo de París me dijo: aquí todos quieren ser conservadores y tú eres el único que quiere ser artista, pero para poder lograrlo tendrías que inventar algo” así nació la técnica que ha desarrollado en los últimos 15 años, todo su arte deriva de aquella experiencia integral que evoca nuestra cultura wuayuu.
Volvió a Maracaibo varias veces, sus muestras colectivas vieron luz en el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia (MACZUL) viajó con la Pachamama de Mérida a Barquisimeto, una colección que desnudaba su historia, su viaje, los orígenes que inspiraron su técnica y aunque los viajes terminaron en 2013 la conexión con el país está presente a diario, en sus encuentros policromáticos con el maestro Cruz Diez y otros artistas venezolanos emergentes.
El reconocimiento entre los mejores
“Conocí al galerista de la Galeria Lavignes Bastille quien era una de los primeros galeristas de Cruz Diez, Soto, Agam, los grandes exponentes del arte cinético de los años 50 – 60, yo estaba buscando un catálogo de la obra integral de Cruz Diez, una edición muy limitada y quedaba solo un ejemplar de esa edición. Cuando llegué me dijeron que no podían venderlo porque les quedaba solo ese y ya tenían una persona conocida que lo había apartado. Yo insistí tanto con el galerista que comenzamos a conversar y mientras le contaba mi historia me pidió que le mostrara lo que yo hacía, sin conocerme, sin pedirme referencias de otros artistas, y me dijo que le trajera 10 obras, con eso comenzó a exponerme en una galería histórica que tenía 40 años en el mercado donde acababan de hacer una personal del mismo Carlos Cruz Diez”.
Wilmer comenzó a reescribir su historia, la noche de la inauguración se vendieron todas sus obras, después de aquella exposición su vida en París cambió completamente “fue muy interesante porque comencé a conocer un tejido importante de coleccionistas, críticos y expertos. Gerard Xuriguera decidió escribir sobre mí y comenzaron a invitarme a un café filosófico que hacían los miércoles en el Macaron donde iban Leparc, Cruz Diez, críticos y galeristas. Pasé de ser el simple estudiante de historia del arte que venía soñando de Maracaibo, al joven artista que integraba el círculo de arte contemporáneo donde estaban todos los maestros. Sentí que fue muy fácil y sobretodo sentí que mi arte llamó la atención a muchísima gente en París, pensaban que yo tenía 20 o 30 años más y se asombraban al verme tan joven”.
Compañeros de la historia del arte
“Es difícil decir que me inspiro de artistas presentes porque al principio mi formación es de historia del arte y siempre he estado investigando, realmente debí nacer en otra época, mi trabajo se inspira de Alexander Calder, artistas venezolanos como Soto, Cruz Diez. Artistas como Agam, Iván Contreras, Brunet, Vardanega, artistas de varias épocas y actualmente David Ascolan, Muller, Julio Leparc. Una cantidad de artistas viven conmigo porque estoy todo el tiempo investigando, pero mi arte y mi técnica es totalmente autónoma”.
Proyectos actuales
“Estoy creando obras en grandes formatos para enviar a Venezuela y que puedan hacer las instalaciones sin complicaciones, obras sin bastidores para coordinar exposiciones en cualquier centro de arte contemporáneo y dejar esas obras en el país, quiero enviar un resumen de toda mi búsqueda e investigación durante diez años, eso me tiene todo el tiempo trabajando, dibujando, antes de fin de año quiero que eso esté allá para transmitir mis conocimientos, valores y talentos a estudiantes y coleccionistas”.
Los colores del futuro
La señal intermitente no impidió que la conversación con Wilmer Herrison fuese amena, empática y emotiva, cuando dos o más venezolanos se encuentran siempre aparece el futuro como un asunto pendiente, ese por el cual le preguntamos al artista ¿De qué color le gustaría pintar a Venezuela?
“De múltiples colores, con todos los colores. El rojo, que hoy representa mucho dolor, el azul que es mucha valentía, naranja, otros colores naturales, políticos. Me gustaría unirlos todos en una pintura, inmensa e infinita como la esperanza. Lo más importante para pintar a Venezuela sería el color de la naturaleza, Mandela decía que después de escalar una montaña muy alta descubrimos que hay muchas montañas por escalar, seguramente cuando pinte a Venezuela habrá muchas montañas, muy altas”.
Wilmer llegó a París hace 18 años, hoy lo acompañan sus 8 hermanos, sobrinos, primos, su mamá, abuela e incluso su madrastra, todos se abrazan en la ciudad de las luces del viejo continente, pero su corazón, memoria y esperanza se encuentran en Venezuela, en la Maracaibo colonial y lacustre “Resistir desde afuera es poder soñar, pero todos queremos volver”.
El artista está convencido de volver y construir una gran Escuela de Arte y un taller en el centro de Maracaibo para darle vida a la ciudad, convertirla en el epicentro del tráfico de ciudadanos del mundo interesados por el arte contemporáneo venezolano y poderlos enamorar con nuestra cultura que se mantiene vigente.