7 agosto, 2023
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No es raro conocer hoy en día un casos de cantantes o músicos que luego de pasar a una mejor vida, se convirtieron inmediatamente en objeto de idolatría, sin importar que fuera una figura legendaria o con varias décadas de trayectoria. Aprendimos a ver la muerte como el inicio de una leyenda.
La lista de ventas desde el más allá está encabezada por Elvis Presley, quien solo en la última década ha vendido más de 340 millones de dólares en su música. El mismo caso es Michael Jackson, quien además de los millones que género en su vida, desde su muerte ha ganado alrededor de 200 millones de dólares para todos sus herederos.
Tres semanas después de que John Lennon publicara su LP Double Fantasy en 1980 fue asesinado en Nueva York. Su muerte causó que se multiplicaran las ventas del disco haciéndolo uno de los más exitosos de la historia.
Otro suceso que provocó la euforia colectiva fue Kurt Cobain, su suicidio impulsó ventas en los discos In Utero y MTV Unplugged in New York. La muerte más reciente de todas es la de la cantante Amy Winehouse el 23 de julio del 2011 lo que provocó un ascenso de ventas alrededor del planeta de su disco del 2006 Back to Black, reubicándolo en tiempo record entre los primeros puestos de las carteleras.
Aparentemente para las disqueras es rentable la muerte de uno de sus artistas, por muy egoísta que suene. Pero más allá del interés comercial, es el sentimiento del público con una mezcla entre tristeza, nostalgia y furor la que hacen que estos artistas no pasen de moda.
