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Padu del Caribe, cinco décadas de una leyenda musical

Padu del Caribe, cinco décadas de una leyenda musical

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Padu del Caribe, cinco décadas de una leyenda musical

Revista

29 abril, 2016
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PERDOMO, Edward

Juan Chabaya es predicador de la buena música y compositor del himno de Aruba, que desde 1960 asumió la melodía y las artes como uno de sus mayores intereses terrenales. Hoy, a sus 96 años, aunque afligido por su memoria senil, es uno de los grandes legados que deja la música caribeña.

Entrar a la casa de Padu Lampe en el centro de Aruba es rememorar años de buena música y alegrías. Con ojear las docenas de imágenes y publicaciones que están suspendidas en sus paredes pintorescas, se abrazan gratos recuerdos y se evoca a un artista que durante medio siglo dejó el nombre de la isla en alto.

Los colores cálidos de su hogar combinan a la perfección con la blusa que lo vestía y conservan con vehemencia las memorias de aquel joven apuesto de 16 años que desde finales de la década de 1930, y siendo apenas un adolescente, ya comenzaba a improvisar en las plazas y a cantar de forma gratuita en algunas fiestas a las que asistía, sin imaginarse lo que el destino le preparaba.

Justo ahí, en la esquina derecha de la terraza –a la que golpea un aire fresco autóctono de la isla– sigue intacta su presencia. Perfumado y reclinado en un sofá color tierra, luce sus calzados favoritos, aquellos con los que años después pisó cientos de escenarios alrededor del mundo para presentar su música.

Con la serenidad que lo envuelve su ya limitado estado cognitivo, pasa las mañanas sentado mirando al resplandor para contar uno a uno los aviones que cruzan el cielo, mientras escucha repetidamente parte de su repertorio de más de 400 composiciones instrumentales, que lo invitan a reunirse con sus recuerdos y a revivir los episodios más legendarios de una carrera artística con historia.

Los inicios de un ilustre

Aunque en la isla lo conocen como Padu, Juan Chabaya es el nombre real de esta leyenda de la música que este 2016 cumplió 96 años y que nació en el centro de Aruba, ubicada en el Mar Caribe. Hablar de él es hacer una semblanza y pasearse por sus extraordinarias facetas como compositor, cantante y pianista.
Padu –como le llaman en honor a su abuelo– se dio a conocer oficialmente a finales de 1960, cuando grabó su primer disco llamado Padu del Caribe en Venezuela, trabajo discográfico que vendió más de 50 mil copias en su primer año de venta y lo posicionó como uno de los mejores intérpretes de la música típica en este país vecino.

Padu es profeta en su tierra por ser el compositor de Aruba Dushi Terra, un tema que escribió en 1950 junto a su amigo Rufo Wever y que 26 años más tarde –el 18 de marzo de 1976– fue proclamado como himno nacional.

Su habilidad para componer, improvisar y cantar le permitieron crecer en el mundo artístico, grabar al menos 20 discos y pisar los escenarios más importantes de diferentes islas del Caribe, países latinoaméricanos e incluso algunas ciudades de Estados Unidos.

Legado

Ya han tanscurrido 56 años de su primer encuentro con la fama, de apretadas agendas, conciertos por las islas del caribe, entrevistas en algunos canales norteamericanos como CBS y repetidas presentaciones en los programas televisivos más destacados de la época como: El Show de Reny Ottolina, y Sábado Sensacional con Amador Bendayán, ambos programas venezolanos.

Padu todavía conserva en la memoria la melodía de sus canciones. A pesar de su longeva edad, su ritmo pausado al hablar y sus pocos momentos de lucidez, es capaz de tararear, reír y hasta cantar, siempre y cuando sea acompañado de su única hija Vivian, quien ha reservado los últimos diez años de su vida para cuidarlo.

Gracias a ella sabe cuándo es lunes o martes, si es de día o noche y si a sus temas le faltan versos por entonar, porque aunque no puedan entablar juntos una conversación, es capaz de recitar la canción que ella le pida de su repertorio. Y es que Vivian es su apoyo, algo evidente cuando le susurra al oído las letras de su nombre tantas veces sean necesarias hasta plasmarlas en las carátulas de sus discos. A pesar de que le cueste trabajo mantener el pulso, finalmente Padu logra imprimir su autográfo y regalárselo a cualquiera que lo visite.

Aunque perdió habilidad para tocar el piano, ansía despertar cada mañana para escuchar atento las notas musicales que él mismo le enseñó desde jóven a su hija. Reclina su espalda en el sofá que guarda tantas historias, pero no más que los recuerdos que conserva Vivian, quien atiende amablemente a todo el que se acerque al hogar para conocer más acerca de la vida de su padre.

Dispuesta siempre a recibir visita, elige su atuendo, se asegura de que esté perfumado y prepara algunos dulces típicos para ofrecerlos durante el recorrido por el pasillo principal de su vivienda, donde permanecen colgadas las obras musicales más destacadas de su papá, fotografías con personalidades desde Oscar D’Leon hasta Roberto Gómez Bolaños, cuadros que él mismo pintó y un sinfín de reconocimientos.

Asegura que él es su mayor orgullo y que atesora el poder con el que le enseñó a amar. El mayor ejemplo fue la forma en como él lo hizo con su esposa, con quien todavía sueña, aún a 20 años de su partida.

A pesar de su memoria selectiva, de algo él está claro y es de la dedicación con la que Vivian se ha entregado a él por más de una década. “Todos los días le pido a Dios que me lleve a mi primero, porque de lo contrario, no sé qué haría sin ella”, fueron las únicas palabras de Padu durante la visita, refiriéndose a Vivian, su hija, su eterno dushi.