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Miguel Ángel Bastenier, un crítico veterano con más de 30 años en el ejercicio periodístico y que creció en una casa repleta de diarios, plantea su teoría sobre los problemas del periodismo latinoamericano y brinda posibles soluciones a sus distintas manifestaciones, dejando siempre como referencia la prensa de países de tradición anglosajona.
A las nueve de la noche atendió el teléfono de su casa en Madrid. Con una voz firme saludó amablemente, preguntó el lugar de procedencia de la llamada y apuntó haber visitado en varias oportunidades Venezuela. Este erudito que se pasea entre Colombia y España, asegura que ni en Estados Unidos ni en Europa ha incrementado la venta de periódicos ya que lo que se cuenta en ellos ya se ha dicho en otras plataformas bien sea televisivas o digitales. Asegura también que los periódicos nacen y mueren a diario y de allí la importancia de que cada uno tenga un sentido completo.
Según su diagnóstico, ¿cuál cree usted que es la realidad periodística latinoamericana?
No es muy distinta a la de Europa Occidental. La gran crisis que estamos viviendo se nota ya en algunos países de América Latina y se notará más en los próximos años. En 2003, El País era el periódico de mayor venta en todo el mundo con 470 mil ejemplares diarios (cosa que no decíamos nosotros, era un control externo muy fidedigno). Hoy probablemente siga siéndolo en el mundo de habla castellana pero vende un poco menos de la mitad, es decir, unos 220 mil ejemplares y esto es una realidad. En América Latina no se nota tanto la paradoja por los problemas genéticos que tiene la prensa latinoamericana, y es que el mercado es pequeñísimo. Al ser tan pequeño disminuye más lentamente, porque los únicos que compran periódicos son las clases media para arriba. Ese tipo de público aguanta más la crisis.
¿Está el periodismo impreso preparado para resistir el constante bombardeo de información que dejan a su paso los medios digitales?
El digital es otro periódico, con las mismas caracterísicas, tendencias, pretenciones y de influencia a la sociedad. Pero no se trata de volcar lo que se hace en el impreso al digital.
Durante sus talleres hace énfasis en la rápidez con la que crecen las plataformas digitales, ¿se pudiera plantear la desaparición de la prensa escrita?
Este es un mercado que está desintegrándose. No soy de los apocalípticos que dicen que la prensa va a desaparecer, lo que digo es que la prensa de papel ya ha cumplido su función socializadora, democratizadora, pedagógica. Los días de auge, gloria y apogeo de la prensa en papel han pasado ya. Cada año hay menos periódicos de papel tanto en Estados Unidos como en Europa Occidental. El País de Madrid se ha mantenido, todavía gana dinero, pero sería mentira pretender que estamos igual que hace cinco años o diez años.
Desafíos
Henry Fielding, novelista y dramaturgo inglés, decía que un periódico consta siempre del mismo número de palabras, haya noticias o no; mientras que Bastenier cuestiona la mala planificación de la prensa latinoamericana por exigirles a los periodistas una producción media con el fin de llenar las llamadas “sábanas” (páginas en blanco), que puede resultar perjudicial. En sus charlas asegura que la producción diaria de un periodista no debe de exceder de un artículo, con el fin de que pueda realizar una excelente investigación.
A este factor, se le suman otros como la “declaracionitis” –coberturas a ruedas de prensa o a fuentes oficiales–, ausencia de profesionales especializados en el tratamiento de la noticia internacional y la reducción de periodistas en las salas de redacción. A ellos los cataloga como vicios que dejan mucho que desear del medio impreso y que tarde o temprano pasan factura, ya que comprometen su permanencia en el tiempo.
Los medios impresos en Venezuela se ven obligados a cumplir con cierres parciales para sobrevivir ante la falta de papel, ¿se pueden considerar las redes sociales como una plataforma para ejercer este oficio?
Si hay una dificultad en el funcionamiento de la prensa por la falta de papel, efectivamente ese espacio puede tender a ser llenado por las redes sociales, pero cuidado. Cuando me refiero a redes sociales, me refiero a la versión digital de los propios periódicos, porque son los profesionales que saben cómo se procesa la información, cómo se trata, a quién hay que darle o no el crédito. Hay que permanecer atentos, en las redes sociales hay gente anónima que te cuenta lo que le da la gana y en algunos casos puede que lo hagan muy bien. Pero en la mayor parte de los casos no hay garantía de que se dedique profesionalmente a la información.
¿Se puede hacer entonces periodismo en 140 caracteres?
Yo no me atrevo a responder con un sí o un no. Hay quienes rotundamente dicen que sí, pero me reservo porque no estoy seguro de ello. Twitter es una pedagogía estupenda, yo me esfuerzo en no hacer ninguna abreviatura de ninguna clase. Pero se debe manejar con mucha prudencia, en lo particular no retuiteo nunca nada de procedencia desconocida.
Usted decía que el periodismo no es para redimir ni para salvar a la humanidad, según su criterio, ¿para qué es verdaderamente necesario?
El periodismo tiene una dimensión gigantesca por tratar de explicar qué pasa. Pero una definición que me gusta es que el periodismo es un conocimiento profesional que trata de explicar por qué pasan las cosas y eso ya es tremendo.
Hay quienes quieren convertir al periodista en sacerdotes, milagreros, salvadores, redentores, pedagogos, profesores… Pero ya es un cometido universal el hecho de explicar a los lectores qué ocurre, aunque sea en función de las capacidades y dimensiones de la publicación. No digo que el periodismo no haga bien a la sociedad, lo que digo es que el objetivo del periodismo es contarle a ella quién es, porque quien conozca la realidad tiene la posibilidad de ser mejor ciudadano que el que no tiene ni idea.
¿De qué manera se puede dilatar el decrecimiento de un periódico?
La única opción para combatir el decrecimiento es hacer un periódico excelente en papel. El digital tiene la virtud de que se puede renovar cada minuto y el papel no puede competir contra eso de ninguna manera. Para sobrevivir debe ser una edición en papel –aunque sea modesta, relativamente barata, de pocas páginas y un número de ejemplares inferior al de hace diez años– con las mejores colaboraciones, los mejores reporteros y muy importante: con agenda propia.