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Ciro Guerra: Las películas no cambian el mundo pero quien las ve sí

Ciro Guerra: Las películas no cambian el mundo pero quien las ve sí

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Ciro Guerra: Las películas no cambian el mundo pero quien las ve sí

Revista

29 abril, 2016
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MERIZALDE, Liliana

“El abrazo de la serpiente” es un drama que recrea un Amazonas del que solo quedan trazos y cuenta la visita de dos exploradores en búsqueda de una planta sagrada, pero esta vez desde el foco del indígena amazónico, una realidad devorada por la actualidad y cuya difusión se convirtió en el mayor propósito –y satisfacción– de su realizador.

Cuando Ciro Guerra, director colombiano, llegó a la Amazonía se encontró con el mayor reto que le desafiaría la película que tenía entre manos: sacarse de la cabeza la mentalidad occidental incapaz de ver la vida más allá de lo palpable. Al conocer a las comunidades indígenas, reforzó la idea de que su obra no se podía quedar en la narrativa clásica de excursionistas abrumados por la selva. Sabía que debía darle un vuelco a la historia y para ello empezó a trabajar conjuntamente con estos nativos cuyas vivencias merecen ser de conocimiento universal.

Para mostrar esta visión, el equipo invitó a 12 comunidades indígenas diferentes –las cuales cada una tenía su propio idioma, mitología y modo de ver la vida–, a ser parte activa de la producción, tanto delante como detrás de cámara; lo que permitió que aquella historia básicamente occidental se fuese contagiando del mundo amazónico con su narrativa, su lógica de los sueños y la imaginación. Entonces, el guión que comenzó de la lectura de los diarios de los primeros exploradores en recorrer estas tierras, Theodor Koch-Grünberg y Richard Evan Schultes, se transformó en una película amazónica.

Y aunque el tercer largometraje de Ciro Guerra tenía todas las posibilidades de fallar en cualquier momento –desde en la integración de los nativos o en su guión con nueve idiomas diferentes (huitoto, tikuna, guanano, cubeo, alemán, español, portugués, latín y catalán), sin contar el maratónico rodaje en la selva–, no solo logró culminarse, sino que también hizo historia en el cine colombiano. El abrazo de la serpiente consiguió una ovación de pie de diez minutos en su estreno en el Festival de Cannes y hasta la primera nominación para el país en los premios Óscar, en la categoría de “Mejor película de habla no inglesa”, entre muchos otros reconocimientos que, para su director, ninguno se compara al mayor éxito: poder hacer una película que muchos creían, más que utópica, imposible.

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MERIZALDE, Liliana

¿Cómo recibían las comunidades la idea de la película?
Ellos te preguntan muy claramente “¿Para qué quieres hacer esta película?”. “Tú te tienes que mirar al espejo y preguntarte realmente cuál es la motivación para hacer esto. Si es ganar premios o tener reconocimientos, lo mejor es que empaques tus maletas porque no nos interesa”. Pero entendí que mi motivación era aprender y compartir algo de lo aprendido. Cuando ellos saben que les estás hablando de una forma honesta, son personas muy abiertas y entusiastas.

Al tener que retratar una Amazonía que ya no existe, ¿cómo eligieron los escenarios de la película?
Fue un reto porque no es fácil encontrar una selva que esté bien conservada. La mayoría de la selva en Colombia está afectada por la agricultura, la ganadería, el comercio. Así que gran parte no está en el estado cómo se ve en la película. Logramos encontrar esta zona muy bien preservada en la selva del Vaupés, al noroeste amazónico, frontera de Colombia con Brasil, una selva donde los ríos no son navegables porque son violentos, lo que ha impedido que el comercio prospere. Así que la naturaleza en esa zona está muy bien mantenida y hay comunidades indígenas que velan por tenerla en buen estado.

¿Cómo lograron ganarse el respeto en la selva para el rodaje?
Desde el principio entendimos que no iba a ser posible llevar la lógica de una producción común y corriente. Teníamos que hacer una que se adaptara a la lógica del lugar, que fuera respetuosa de la relación que los locales tienen con ella. Para eso contamos con el apoyo de las comunidades indígenas que nos enseñaron a ser respetuosos con la selva, a pedirle permiso y trabajar con ella, no en su contra; porque es un ambiente en el que, si ella quiere, puede acabar con uno en muy poco tiempo. Pero trabajando con ella uno siente que las circunstancias empiezan a colaborar y están a favor.

Viajaron hasta en un avión de la Segunda Guerra Mundial, ¿qué otras vivencias particulares puede contarnos?
Es difícil escogerte una porque cada día que estuvimos allí estaba lleno de sorpresas. La mayor anécdota fue el hecho de que no pasó nada que lamentar. No hubo enfermedades, ni accidentes. Sentíamos que el clima estaba hasta colaborando. Entonces para mí fue increíble porque se trataba de un lugar en donde los rodajes no salen bien o es muy difícil. Pero con nosotros pasó así y no puedo explicar por qué. Sentíamos que había una energía muy fuerte que nos permitía hacer esta película. Esa es para mí la mayor anécdota.

¿Qué fue lo más impactante que vio durante su estadía en la Amazonía?
Los lugares más impactantes que vimos eran tan sagrados que la misma comunidad nos pidió que no filmáramos en ellos. Así que la película es solamente un fragmento de lo que se puede encontrar en la Amazonía. Solo una ventana. Y espero que genere más curiosidad y respeto por los amazónicos, pero realmente la película no es el Amazonas. Este no cabe ni en una ni en mil películas.

¿Cómo fue la reacción de los indígenas al ver listo El abrazo de la serpiente?
Tuvimos la oportunidad de llevarles la película y fue de las proyecciones más emocionantes que hemos tenido. Convertimos una Maloca, una casa tradicional amazónica, en una sala de cine por una noche. Fue un gran suceso, hubo gente que caminó durante días para poder ver la película. Primero les generaba mucho impacto la integración de los idiomas y, en las secuencias finales, cuando veían estos cerros sagrados, la gente empezó a aplaudir y a gritar con mucho entusiasmo porque era como una cuestión de reconocimiento del lugar. De verdad que ha sido de las proyecciones más emotivas y profundas.

¿A qué crees que se deba el desconocimiento del colombiano sobre el Amazonas?
A una larga historia que tenemos de desprecio por lo propio, donde los únicos referentes vienen de Europa o Estados Unidos y todo lo que no es motivo de burla.

¿Considera que su película puede servir como un punto de arranque para destruir esta barrera?
Honestamente, no sé. Nosotros lo que podíamos era hacer la mejor película de la manera más honesta y entregada posible. Pero lo que pase con ella está fuera de nuestro control.

¿Pero le gustaría que lo fuese?
Claro. Ojalá. Creo que las películas no pueden cambiar el mundo pero la gente que las ve sí.

Usted no ve televisión pero sí una película diaria, en tantas que ve, ¿cuál ha sido la última que más le gustó?
Recientemente tuve la oportunidad de ver una película del israelí Nadav Lapid, extraordinaria, llamada La maestra de jardín, con una visión única sobre por qué el mundo contemporáneo odia a los creadores y a los poetas. Realmente me pareció magistral en sus recursos cinematográficos.

Solo las ve en salas de cine, ¿no?
Sí, porque el cine no está hecho para ser visto en computadoras, pantallas pequeñas o en televisores. Como lo ha dicho el cineasta Luis Ospina: “El cine es un templo, la televisión un electrodoméstico”.

Justo antes de entrar a estudiar Cine en la Universidad Nacional, estaba prestando servicio militar, ¿qué lo terminó de convencer que estaba destinado a esta carrera?
Las circunstancias. Sucedieron una serie de cosas que me convencieron que no había nada más. Que si no hacía esto no iba a poder ser feliz.

Creció viendo el cine de acción ochentero, ¿cómo influye esto en sus realizaciones?
Esas películas me regalaron amor por el cine, por sus maravillas y posibilidades; eso que no se puede hacer ni en la literatura ni la pintura u otras formas artísticas que es el movimiento. Este amor por las imágenes en movimiento es algo muy primal en mí, muy básico.

Has dicho que para hacer cine en Colombia hay que ser bastante terco, ¿por qué?
Porque lamentablemente las circunstancias para hacer cine, durante mucho tiempo, han sido adversas. Estamos expuestos a la imposibilidad de que nuestras películas lleguen a los cines o al repertorio cultural que esté en exhibición, al desprecio del público hacia nuestro trabajo, a la falta de recursos… Es como si todo confabulara para que hacer cine sea difícil.

Comparándose con la industria cinematográfica en el resto de la región, ¿cómo ve a Colombia posicionada en este aspecto?
En general el cine latinoamericano es un cine que está cogiendo mucha fuerza y existen países que tienen una tradición larga de cine y hay otros como Venezuela y Colombia que somos relativamente emergentes, pero precisamente eso nos da la posibilidad de estar en la búsqueda de nuestro propio lenguaje, la manera de contar nuestras historias. Me parece muy emocionante ser parte de este proceso.

¿Cuánto y qué le falta a Colombia para lograr dicha madurez en el cine?
El apoyo de nuestro público. Sin este no existe futuro o posibilidades de crecer.

¿Y es que acaso al público colombiano le cuesta ver su cine?
Sí, existe un prejuicio muy fuerte que poco a poco ha ido cayendo pero que todavía tiene vigencia. El público no aprecia el cine que se hace acá.

Se dice que debutará en Hollywood para dirigir la película The Detainee, ¿es cierto?
Desde hace un tiempo he sido contactado por productores de cine a nivel internacional y con ellos estamos desarrollando varios proyectos. Pero el desarrollo de una película de gran presupuesto es algo que lleva mucho tiempo… La idea por ahora es poder trabajar para el cine internacional como seguir trabajando en el cine colombiano.

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¿Qué tipo de cine se ve haciendo en los próximos años?
No sé, realmente. El que salga de mi corazón.

El abrazo de la serpiente hizo historia en el cine colombiano, ¿cuál ha sido la mayor alegría que le ha dado esta película?
El hecho de que es una película que durante mucho tiempo fue vista como imposible, utópica, que no se podía hacer. Que ahora exista y que el público la pueda ver es una gran alegría, que no hay ningún premio en el mundo que nos podamos ganar que se compare con eso. Es una película que durante mucho tiempo parecía imposible y que exista es la mayor satisfacción.