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Esta es la historia de su renacimiento, de una nueva oportunidad para reconciliarse con la vida, la esperanza y con las penas que dejaron tantos cambios físicos y emocionales. Esta es una etapa en la que esta periodista de 47 años se despierta con la certeza del regalo de un nuevo día, en la que es capaz de negociar con el miedo y con esa sacudida violenta que la paralizó por un instante lanzándola al hombrillo.
En febrero de este año culminó ese procedimiento que duró 100 días y que la obligó a armarse de fortaleza durante un eterno invierno en un hospital de Nueva York. Aún frágil por aquellas heridas, rompe el hielo con la coquetería y celebra los pequeños instantes que en este capítulo de la historia se llaman “vida”.
Eran las 10:30 de la mañana cuando respondió el teléfono. Del otro lado de la llamada se escuchaba a una mujer fortalecida, renovada, pero muy vulnerable que se recupera de las cicatrices que le quedaron de haberse enfrentado con la cara más dura de la vida. Esa Anna que hoy está de vuelta es otra, y regresó para decir que ganó la batalla.
¿Cómo diferencias a la Anna a quien se le diagnosticó tal enfermedad hace un año y la Anna que como tú misma dices “renació”?
No puedo perfilar la Anna que está de vuelta y que renace después de una situación tan complicada, porque cuando una situación como esta te manda al hombrillo de una manera tan violenta, comienzas a valorar. Es como cuando sientes que la vida se te va en levantarte, atender a tus hijos, salir a trabajar y te sientes inconforme con tantos problemas.
Pero cuando estas en una situación real de peligro –en mi caso producto de lo que viví– es cuando te das cuenta de las cosas valiosas de la vida y de cómo nos desgastamos en discusiones estériles, valorando o menospreciando cosas como la rutina. Porque cuando pierdes la capacidad de cargar a tus hijas, de hacer la lonchera, de hacer una arepa, de bañarte tú sola, te das cuenta lo valioso de esos momentos que no agradeciste.
La Anna que está de regreso intenta ver el mundo de otra manera, con esa vivencia a cuestas, entendiendo y buscando lo que verdaderamente vale la pena. Yo tuve un reseteo celular, pero no cerebral. Mi carácter sigue siendo el mismo y desde la razón decido dónde pongo energía y dónde no. La etapa de la enfermedad fue una muy dura, de mucho sufrimiento, fue una etapa por donde pasé y adonde le pido a Dios no volver.
¿Qué fue lo más duro?
Que te digan que tienes cáncer, ver cómo se te cae el cabello es durísimo, tener que hacerte un tratamiento que te quita las fuerzas hasta de poder levantarte. Todo es demasiado difícil, pero desde el punto de vista personal, separarme de mis hijas. Desde julio del año pasado ya no iba a los actos del colegio, no las acompañaba a las piñatas, ni bajaba al jardín del edificio con ellas. Ya no podía desvelarme por sus gripes, ni fiebres y luego ni hablar cuando me fui por tres meses y medio de la casa. El pánico a no seguir estando, el tratar de que ellas no vieran drama en mí, pasar por un espejo de refilón y no reconocerme, los tratamientos, los dolores físicos; estar en una ciudad como Nueva York, en la que había estado como turista pero que no había vivido desde la enfermedad. El ser ingresada en ese hospital, someterme a un transplante y no saber qué iba a ocurrir. La incertidumbre, estar sin mis hijas, sin mi familia, sin Román. Con un invierno tan fuerte, veía caer la nieve, la habitación tenía que estar fría, era una especie de cápsula galáctica blindada de bacterias. Después irme a mi apartamento y pasar todo el día sentada en una silla porque no tenía fuerzas ni para levantarme.
¿Recibiste bendiciones durante el proceso?
La dureza de padecer la enfermedad yo la contrastaba con el agradecimiento a Dios de que mis hijas estaban aquí (en Venezuela), con un papá maravilloso y con mucha gente que nos dio la mano. Agradecía a Dios el poder estar en Nueva York, por la posibilidad de recibir el tratamiento gracias a un seguro que nosotros contratamos cuando yo estaba embarazada; el cual el año pasado (semanas antes del diagnóstico) habíamos decidido no renovar por lo costoso, porque uno es clase media, se trataba de nuestros ahorros, las niñas estaban sanas y sentimos que la salud no era un tema en nuestras vidas. Cuando me ingresaron de emergencia en Venezuela, el seguro estaba en mes de gracia y le quedaban nueve días para vencerse. Si no lo hubiese tenido, todo hubiese sido imposible. Fue una etapa con mucha incertidumbre.
Te aferraste a la vida…
Me aferré a la fe, siempre he sido una mujer de fe porque estoy segura de que eso te da muchísima fortaleza. Recibí el apoyo de muchos grupos de oración. El amor por mis hijas me inspiró y me hizo fuerte, el sentir que hay muchas cosas pendientes que quiero hacer y que no quería que el desenlace de mi historia fuera mi capítulo final. Fue ahí cuando entendí entonces que esta era sólo una montaña alta que debía escalar.
¿Cómo son los cuidados que debes tener en casa?
Principalmente tiene que ver con la higiene, el tema de estar inmunosuprimida hace que no tengas defensas. El tema alimenticio y el de infecciones intestinales es sumamente delicado, por eso Roman mandó a instalar un filtro de agua, esa agua es la que tomamos y con la que cocinamos. No puedo comer nada crudo, los vegetales se pelan, solo puedo comer frutas de concha dura y debo tener mucha higiene al momento de elaborar los alimentos. El doctor me dijo: “Anna, los primeros meses necesitas los cuidados de un bebé prematuro”. Así que me tengo que lavar las manos a cada rato, siempre tengo antibacterial conmigo, debo usar tapabocas en lugares públicos y evitar el contacto con los demás para evitar virus porque las defensas están muy bajas. Aquí no hay certeza, el primer y el segundo año son vitales.
¿Cómo manejas el tema de las niñas?
Ha sido difícil, de hecho por eso no salgo de una gripe. Desde el día del trasplante tomo un antibiótico que me protege de neumonía y creo que por eso no ha pasado a mayores. La recomendación era estar alejada de ellas, pero decirles que no me toquen es difícil. Ya están un poco acostumbradas a verme con el tapaboca, porque al principio una de ellas me decía: “Mami pero es que no te veo sonreír”. Seguramente me pondrán las vacunas antes del año por estar al lado de dos niñas pequeñas. Román es quien se acuesta con ellas y las cuida. Me parte el alma pero en la medida que yo tenga menos infecciones, menos gripe y menos complicaciones de ese estilo, será más rápida la recuperación y el sistema inmunológico se levantará más rápido. A este le lleva un año la recuperación completa.
¿Cuándo podrás retomar tu rutina por completo?
Entiendo que cuando cumples seis meses de transplantada muchas previsiones se levantan, entonces ahí el doctor me autorizará para trabajar todos los días. No he podido ir a misa, ni ir al cine, ni ir a una piñata a menos que sea un lugar cerrado.
¿Qué sientes que te falta por hacer?
Yo lo que quiero es vivir en mayúscula, subrayado y en comillas. Disfrutar de mis pequeñas porque el tiempo pasa muy rápido, ver las cosas de una manera distinta, ser cada día mejor persona, mejor esposa, mejor madre, mejor amiga.
¿Te gustaría documentar esta experiencia?
Sí, quisiera escribir un libro pero cuando decía que no ha terminado de surgir la Anna que está renaciendo, justamente es porque no he terminado de aclarar qué cosas quiero hacer. Entiendo que estoy aquí de vuelta para cumplir una misión. Al principio de la enfermedad comencé a escribir en mi cuenta en Instagram y tenía cuatro mil seguidores y ahora tengo 847 mil, eso habla de que mi mensaje le ha llegado a muchísimas personas. Tengo todavía el estrés postraumático, entiendo que necesito tiempo, he vuelto a la radio, pero hasta estoy evaluando si quiero seguir haciéndola. Le comentaba a mi psicóloga que yo ni siquiera sé cómo voy a quedar después de todo esto. Ahora peso 49 kilos, tengo 10 kilos menos de mi contextura habitual. En estos días (en julio) la gobernación de Miranda me condecoró por el Día del Periodista, iba al acto y me cambié 20 veces, me ponía las chaquetas de cuando trabajaba en televisión y me decía: “Esta no soy yo, no quiero ponerme esto”, entonces me ponía otra ropa y tampoco me hallaba. Lo que sí sé es lo que no quiero hacer, estoy todavía en ese proceso.
¿Está entre tus planes regresar a la televisión?
Soy una mujer de televisión, los 20 años de mi carrera los he hecho en la TV y en radio, pero lamentablemente en esta Venezuela de hoy los espacios se reducen mucho más y el tipo de periodismo que yo hago resulta inconveniente en algunos casos. Me encantaría volver pero con una televisión con posibilidades y con libertad de expresión.
Tuviste la oportunidad de recibir tratamiento en el exterior, ¿qué piensas del sector salud en Venezuela y de aquellas personas que no tienen forma de recibir un tratamiento médico dadas las condiciones?
Es una realidad que está a la vista de todos. Aplastante, dramática, terrible e injusta porque es un derecho humano tener acceso a ella. Es demasiado triste y doloroso lo que está ocurriendo, es algo que debe mover los corazones de quienes toman decisiones en el país porque esta situación está cobrando vidas. Hay enfermedades que no son delicadas y que terminan complicándose porque no está el medicamento a tiempo. Esto debe resolverse. Es una prioridad. Es urgente.
¿Cómo ve la vida “Anna Candela”? Como te llaman ahora tus amigas
La veo en su justa dimensión, la vida te da y te quita, te quita y te da. Es dura, de pequeños siempre nos decían que es bonita, que es maravillosa y que siempre ganan los buenos y no, los buenos no siempre son los que terminan ganando las historias. De adulto hay momentos en los que nos toca enfrentarnos con su cara más injusta. La vida te ofrece altos y bajos, lamentablemente. Se trata de vivirla de la mejor manera y de ver colores en la oscuridad cuando te toca transitar por caminos difíciles y, por supuesto, valorarlos también cuando el viento sopla a tu favor.