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Para Unai Amenábar no existen los grises y la autocensura no es anexo de su currículo. La irreverencia en la difusión de la noticia ha sido su escalón al éxito y el boleto a un viaje de decisiones que lo han alejado de las pantallas de televisión pero no de su compromiso con el país ni con su profesión. Su pasión como periodista venezolano está intacta como la de aquel 3 de febrero de 1992, cuando asistió a su primera entrevista de trabajo en Radio Caracas Televisión: “Ese día en la noche Chávez estaba dando el primer golpe de estado”.
Es un hombre con propósito, la entereza en el tono de su voz, la seguridad y rápidez con la que habla, lo describe perfectamente. Se revela a diario por la verdad, aunque el precio de incomodar le cueste caro. Ya no es el principiante que comenzó en El Observador, ni el joven inexperto que celebró cuando sus camarógrafos partieron sin él a una entrevista con el expresidente de Estados Unidos, Jimmy Carter. “Cuando regresé de almuerzo me dijeron que debía hacer la cobertura, pero apenas comenzaba en el periodismo y estaba aterrorizado. Mi sorpresa fue que cuando salí mi equipo ya no estaba, cosa que me tranquilizó muchísimo”.
Prefiere lidiar con las consecuencias por negarse a torcer la realidad, ese fue su juramento hace 30 años, en 1985, cuando recibió su título como comunicador social en la Universidad Católica Andrés Bello. Desde ese entonces Unai se ha paseado por diferentes medios. Fue ancla de El Informador en Venevisión por 17 años, columnista de El Universal por 15 años y ahora su perfil está en una balanza entre la comunicación y el emprendimiento. Es editor de la revista deportiva Corre Más, director de una compañía de medios digitales, locutor de Unión Radio, apasionado al teatro y conferencista.
“La experiencia como ancla, reportero y productor me ha servido para llevar a cabo los otros proyectos que he venido formando”. Comprometido con el país, el exilio no está en sus planes: “Nunca he pensado en irme, este país es mío y no se lo voy a regalar a nadie. Es mi problema y a mí me toca resolverlo en mi área de acción. Yo no me pierdo el final de esta película que además creo que estará muy bueno, me niego a verlo desde afuera”.
El periodismo lo discute en casa con su esposa María Isabel Párraga, quien también es comunicadora social y su hija mayor, Alai, quien cursa el quinto semestre de comunicación social. Su faceta favorita es la de padre y por eso su rato libre también lo comparte con sus dos hijos menores, Aitor de 14 años y Ander, de 12.
Para Unai la palabra Venezuela es un tema de pertenencia, donde la crisis es el crecimiento y el reto para seguir adelante. “El que crea que no va a tener crisis mejor que viva dopado, tenerle miedo a la crisis es no querer vivir”.
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