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Daniela Alvarado, una mujer sin diminutivos

Daniela Alvarado, una mujer sin diminutivos

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Daniela Alvarado, una mujer sin diminutivos

Perfiles

1 octubre, 2013

CAMACHO, Álvaro

A Daniela Alvarado le costó diecisiete novelas, nueve películas y varias obras de teatro para dejar de ser solo la hija de Daniel Alvarado y Carmen Julia Álvarez —actores consolidados de la televisión y el cine nacional— para ser Daniela Alvarado, la actriz. Ahora habla con desparpajo, reconoce su gusto por las groserías y no tiene reparos en afirmar que no le importa en lo absoluto la opinión de terceros y mucho menos si el debate se centra en su peso. Pero una carrera de veinticinco años no se construye sola.

A pesar de haber querido estudiar Psiquiatría, a los seis años apareció como la hija de Ismael —interpretado por su padre— en Macu, la mujer del policía, película de Solveig Hoogesteijn con la que empezó una carrera que todavía no conoce puntos bajos: fue estrella juvenil gracias a series como A todo corazón y a La primera vez —película que protagonizó junto a Servando y Florentino—; fue protagonista en seis producciones dramáticas seguidas del 2000 al 2006 y se desnudó por amor al séptimo arte en Mi abuela virgen.

Ya las preguntas sobre sus padres han disminuido, aunque sí reconoce que sueña con poder “devolverles con intereses” todo lo que le han dado. Atrás dejó su rebeldía para darle paso a una personalidad directa, más acorde con la sólida carrera que ha conseguido “a punta de castings, de lograr que la gente creyera en mi trabajo, que para mí fue suficiente para seguir adelante”. Ahora enfrenta desde su éxito aquí el sueño de recibir un Oscar, de hacer cine en otro idioma fuera de Venezuela o de probar suerte como directora.

Cuando se sale de su rol de actriz, asume sus treinta y dos años con sus altos y bajos: “Duermo mucho y amo el cine, así que veo mucho cine y televisión, me encantan todas las series, la lista sería demasiado larga para ponerla aquí”. Acumula amores platónicos que pasan por Ryan Gosling, Jude Law y Tom Hardy y aunque insista en que no toma en cuenta las críticas, “tengo que recoger literalmente del suelo mi autoestima cuando hablan más de mí por mi apariencia que por mi trabajo”.

Para combatir esos baches, ahora se rodea de su familia, “de mis perros, a los que amo” y de sus amigos íntimos; se ríe de su día a día y de vez en cuando llora al presenciar la miseria humana en cualquiera de sus manifestaciones. Sin embargo, aunque aparentemente lo haya logrado todo, todavía le queda pendiente conocer el mundo para encontrar un lugar frente al mar donde pueda pasar su vejez, y cómo no, lograr que la recuerden con respeto. “¿Eres lo que soñabas ser cuando era niña?”, pregunto. “Todavía me falta”, responde. M. G. V.

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