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Es arquitecto, urbanista y paisajista pero para Ma. Altagracia Villalobos no hay diferencia entre cada profesión. En sus años como estudiante de arquitectura, conectarse con el paisaje que le rodeaba era su día a día: “Vivía en los Puertos de Altagracia así que para llegar a clases debía tomar una lancha hasta la informalidad del centro de Maracaibo, atravesar la ciudad hasta La Curva y tomar un par de carritos hacia la Universidad Rafael Urdaneta”. Lo que para algunos podría ser un obstáculo, para ella fue una aventura. Su trayecto no ha sido un plan sino el resultado inesperado de un impulso y una insaciable sed de conocimiento. Luego de graduarse a los diecinueve años, llegó a la universidad Metropolitana de Caracas para emprender la maestría en Diseño Urbano, de allí decidió viajar a Estados Unidos para emprender estudios de diseño. Llegó humildemente a los ostentosos espacios de Harvard donde pronto sustituyó su recato por unas poderosas ganas de aprender. Tuvo la inolvidable oportunidad de trabajar como diseñadora urbana principal en la reconstrucción del World Trade Center en Nueva York, luego de los acontecimientos del 11 de septiembre, así como en la reestructuración del “bajo Manhattan” y del río Este, de donde se llevó una valiosa experiencia de reencuentro humano. Está convencida de que no tener una agenda particular le ha favorecido pues “al no tener ambiciones particulares, todo lo que llega es un regalo”. A sus treinta años cumplió su sueño de vivir en Francia e inició su doctorado en la escuela superior de paisaje en una reconexión con una pasión por la naturaleza que ha sentido desde pequeña: “mis memorias de niña son de mi mamá con sus estudiantes en el Jardín Botánico. Es un llamado; así como Roberto Burle Marx sintió curiosidad por las flores brasileñas que pintaba en Berlín”. Identificándose con el trabajo del paisajista brasileño, uno de sus héroes personales, ha podido colaborar con la rehabilitación del Jardín Botánico de Maracaibo, uno de sus proyectos actuales. Considera que “la única pobreza es la de ideas”, por eso mientras trabaja en Venezuela, dedica tiempo a su concepción de los jardines del Museo de Arte Contemporáneo de Toulouse. Aunque la fascinan la ópera y la pintura, es su vínculo con el paisaje lo que la inspira y llena su tiempo: “a pesar de las lluvias o pestes, mediante mi trabajo puedo rescatar espacios y demostrar el poder infinito de la vida sobre la muerte y mostrar que hay una segunda oportunidad para ser feliz”. M.O.