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Ser cineasta en Maracaibo es vivir en una constante odisea, sólo basta ver las proezas que jóvenes como Patricia Ortega emprenden para llevar a la vida sus cortometrajes y seguir aspirando a más. Aunque ha visto partir con simpatía a varios de sus colegas para probar suerte en el exterior, Patricia pertenece a los que deciden cosechar éxitos en su tierra natal: “Los que nos empecinamos en decir: ‘no me voy, me quedo en Maracaibo’, nos enfrentamos a una verdadera lucha en busca de financiamiento y equipo. Soy de los que creen en que si tenemos la oportunidad de filmar en la ciudad, hay que aprovecharla para que otros también se nutran de esa experiencia”. Estudiando Comunicación Social en LUZ y fotografía en la Escuela Julio Vengoechea se dio cuenta de su talento para contar historias a través de imágenes. Las cátedras de la carrera fueron la excusa perfecta para experimentar, filmar y ganarse una beca para la Escuela Internacional de Cine y Televisión San Antonio de Los Baños, en La Habana. Para todo principiante la prueba de fuego es hacer un cortometraje a nivel profesional y con todas las de la ley, desde levantar el financiamiento hasta producir el proyecto. En el 2000 Sueños de Hanssen fue la prueba de Patricia y con la tinta de su título aún fresco ganó concursos en Fundacine y Conac: “¿Qué me motivó a irme por este camino? pues que me gustan los retos, lanzarme y creer en lo imposible. Soy cinéfila desde pequeña motivada por mi mamá y mis tíos. Me fascinaba ver películas, especialmente las de ficción. Sin embargo, una cosa es lo que me gusta ver y otra es la que me gusta hacer”. Los cortos de Patricia se distinguen por relatar la vida de seres invisibles, como le gusta llamar a las historias que se esconden en las personas que la sociedad se niega a ver: “Es la historia del niño que empaca la compra del supermercado, el señor que maneja el camión de basura o el buhonero de la esquina. Toda esa gente que está relacionada a nuestra forma de vida pero que no se conocen. Son experiencias que he visto o que me han tocado”. Pese al éxito conseguido por este realismo, el sueño de Patricia es conseguir un equilibrio entre esa ficción que le enamoró de pequeña y las historias que le han hecho reír y llorar para plasmarlo en largometrajes: “Cada quien deja una huella con sólo existir. Mi intención es que el espectador sienta lo mismo que sentí al conectarme con una historia y esa es la huella que quiero dejar”. A.B.