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Rino y Claudio Lattanzio, los pilares de la Villa Etrusca

Rino y Claudio Lattanzio, los pilares de la Villa Etrusca

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Rino y Claudio Lattanzio, los pilares de la Villa Etrusca

Perfiles

1 mayo, 2006

DONDYK+RIGA

Hace cincuenta años, el suelo venezolano recibió a un inmigrante que salió de su Italia natal, dejando atrás la Europa de la posguerra. Rino Lattanzio llegó a Venezuela con un sueño que hoy es realidad. Realidad que se refleja en su familia, en su sonrisa y en esa maravillosa construcción que bautizó con el nombre Villa Etrusca, un restaurante que cobija los exquisitos sabores de la cocina mediterránea y que complace a los exigentes paladares de la sociedad carabobeña: “Yo era seminarista, pero la guerra cambió todo. Vine a Venezuela y los primeros años viví en Guárico, pero ya tengo cuarenta y ocho años aquí en Valencia”.

Rino trabajó como mesonero en un local donde vivió la histórica experiencia de servir a Marcos Pérez Jiménez y a su señora, Doña Flor. Pero sus ansias de superación lo condujeron a Carabobo, donde fundó la primera pizzería de Valencia, ubicada en la avenida Bolívar, convirtiéndose en el gran precursor de la gastronomía en esa ciudad.

El 5 de mayo de 1993 la vida de Rino comenzó una nueva etapa, cuando fundó, en compañía de su hijo Claudio, el restaurante Villa Etrusca, el cual, además de brindar los más exquisitos platillos, ofrece salones de festejos y catering para todo tipo de eventos: “Yo crecí en los espacios de la pizzería, siempre me ha gustado esto. Aunque estudiaba Ciencias Gerenciales, decidí trabajar con mi padre en el negocio familiar. Él es muy exigente, pero hacemos un buen equipo”.

Hoy, padre e hijo comparten la responsabilidad del restaurante y se sienten contentos de que en ese devenir su relación se encuentre más fortalecida que nunca: “El mal de estos tiempos es que el concepto de la familia se ha perdido. Siempre he creído que la mesa es la universidad de la vida. Es casi el único lugar donde se reúne la familia, donde se comparte lo bueno y la malo de la vida. Por eso me encanta lo que hago. Aunque es un trabajo esclavizante, también te brinda satisfacciones. Hemos conocido ministros, presidentes, reinas, gentes de otras latitudes… incluso  tuvimos a Milosevich en una de nuestras mesas. Me ha ido muy bien en este país. He sido feliz. Aquí está mi familia, mi vida, mis nietos…. Pero no puedo ocultar que extraño mi patria. Creo que todo ser humano quiere morir en el lugar donde nació”. C.W.