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En sus marcas, listos, fuera; arranca Daniela Espinoza a la delantera, como se ha mantenido desde que, a los cinco años, comenzara su preparación como atleta. Hoy ya tiene siete, estudia segundo grado en el colegio Altamira y ha recibido los primeros lugares en sus distintas competiciones en pista. A esta atleta siempre le ha gustado la velocidad, desde pequeñita jugaba a las carreras; esa inclinación, así como su disciplina y decisión, fueron razones suficientes para que Narciso, su papá, la inscribiera en atletismo en el Complejo Polideportivo. Y pese a varias opiniones detractoras en torno a una niña tan pequeña desarrollándose como atleta, sobre todo ante la inexistencia de una categoría adecuada en el país, Daniela demostró desde el primer día un talento natural para el braceo y la resistencia. Al año de un entrenamiento seriamente profesional, seguido todas las tardes sin falta, y bajo el régimen de un nutricionista, Daniela se lanzó hacia su primer gran carrera: la Needham Youht Classic, en el estado de Massachussets, Estados Unidos. Allí, para sorpresa de todos, una niña de seis años, única representante de Venezuela, triunfó en todas las disciplinas, los 50 y 400 metros planos, y el salto largo. En su segunda participación, en el 2006, Daniela ya no era desconocida; llevaba el récord como atleta ganadora en su categoría el año anterior, y volvió a triunfar en cada prueba. Su condición, su desempeño, y la seriedad con que asume su rol, hacen de Daniela digna representante de un deporte que todavía no le abre las puertas oficialmente en Venezuela, pero que le ha rendido reconocimiento a nivel internacional. Quiere ser doctora como su mamá, “quiero llegar a las Olimpíadas, porque el deporte me abre la puertas del mundo”, y ante todo, quiere seguir corriendo, dominando la velocidad con pequeñas pisadas, agilizadas por una mente propuesta a llegar a la meta no sólo en buen tiempo, sino de primera. E.R.